domingo, 28 de junio de 2015

Fin de curso

La pasada fue mi última semana trabajando en el gimnazjum. Rubén Darío adquiere ahora un nuevo significado, quizá el auténtico: "Juventud, divino tesoro, ¡ya te vas para no volver!". No hay serie numérica más infernal que los 13, 14 y 15 años.

Como en la secundaria española, la última semana del calendario escolar en Polonia es algo especial. El lunes, tuvimos una competición deportiva entre tres gimnazjums cracovianos. De 9:00 a 13:00, los profesores y los alumnos pudimos disfrutar de soporíferos partidos de fútbol, ping-pong y voleibol. Cuatro aburridas horas que sólo se amenizaron cuando tuve que hacer guardia en la entrada del polideportivo para evitar que los alumnos se escaparan. Razonar con ellos —en polaco, en inglés y en español— sobre los porqués de su obligatoria permanencia en el recinto agudizó mi adormecido ingenio. Es necesaria una alta dosis de paciencia e hipocresía para defender lo que uno no cree, pero tuve éxito: cualquier cosa antes que regresar a aquel campo de batalla del sopor, colmado de cadáveres de profesores y alumnos sobre los bancos, hermanados por el aburrimiento. No era la primera vez que una actividad escolar era una tortura para el profesorado y el alumnado, incluidas las clases. Pero aquello tampoco consolaba a nadie.

El martes tuve que ir a ver Jurassic World en 3D. Dinosaurios y humanos contra un superdinosaurio modificado genéticamente. Fue, sin duda ni ironía, el mejor día de la semana. El miércoles me tocó asistir a un espectáculo de baile realizado por los estudiantes. El jueves, a la entrega de premios y diplomas, amenizada con música, teatro y poesía. Prefiero evitar las descripciones.

El viernes, por fin, se dieron las notas. Me despedí emocionado de los estudiantes, aunque no creo que interpretaran bien mis sentimientos. No me sentía triste ni exactamente feliz por decirles adiós, sino sólo aliviado. ¿Sólo aliviado? Cuánta dicha en estas dos palabras. Honoriusz se hizo el despistado cuando le dije que hasta pronto, pero vi cierta envidia en sus ojos: la misma de ciertos casados hacia el divorciado.

Salí a la calle pletórico, rejuvenecido. Se habían acabado los muros, las banderas y los dictados vengativos, ya no tendría más pesadillas protagonizadas por los estudiantes

Hace tiempo, un amigo me criticó que lloriqueara tanto por mi curro de profesor de instituto  polaco, tanto en persona como en este blog. "Quejarse de un trabajo durante la crisis es como escribir poesía después de Auschwitz", dijo exactamente. Qué suerte la mía, que nunca entendí a Adorno pero sí a Darío. Juventud, divino tesoro, ¡ya te vas para no volver!

sábado, 20 de junio de 2015

Tercer encuentro con los Apocrifílicos (III)

Llegué a Café Szafé puntual —a las cinco en punto— esperando que Honoriusz estuviera allí fumando, pero el chaflán que ocupaba el bar estaba desierto. Café Szafé está en la misma calle que Massolit Books, por lo que supuse que quizá él o Stanisław y Michalina vivían por aquella zona. La puerta de entrada remeda un armario azul, el motivo del local: szafa significa armario en polaco, y en el interior uno se puede sentar dentro de varios armarios azules con las puertas abiertas. Sobre esta puerta-armario hay un ojo vigilante que recuerda al ojo masónico, que también todo lo ve, muy apropiado para una reunión apocrifílica. Esperé un minuto y entré a buscarlos.

La atmósfera del local es muy Massolit, es decir, muy Kazimierz, o sea, bohemia, romántica, hipster, alternativa, etc. Sin embargo, está algo enrarecida por aquellos armarios abiertos con sillas dentro, que parecen más bien confesionarios públicos, contrarios al sigilo sacramental. Una tímida metáfora de esta chismosa ciudad: cuidado con lo que cuentas, a quién y dónde se lo dices: en la pequeña Cracovia todo se sabe.

Tras pasar la barra, me encontré a los tres apocrifílicos encajonados en un sofá. A la izquierda, Honoriusz, con un polo negro y unos tejanos sucios, sin su uniforme azul, fumaba —ahora sí— tenazmente; en el centro estaba Stanisław serio y silencioso, hosco como su jersey marrón; a la derecha, Michalina, la única que sonreía, vestía una ceñida camiseta que le marcaba sus gráciles michelines y rezaba "Everyone loves a Polish girl".

—Esta vez llegas tú tarde —me dijo Michalina; Honoriusz se levantó y fue a la barra.

—Siéntate, Gienek, y deja de observarnos —me soltó Stanisław—. No somos tus conejillos de Indias literarios. Aquí, ya deberías saberlo, venimos a hablar de literatura apocrifílica. No somos los modelos de tus pajas mentales o textuales.

—Vaya, ¿has leído mi blog?

—¿Que si ha leído tu blog? —intervino irónica Michalina—. En realidad, sólo ha leído (y releído y releído) lo que le interesaba: los dos relatos sobre nosotros, los Apocrifílicos.

—¿Sobre nosotros? ¿Nosotros? Dirás sobre Honoriusz, y un poco sobre ti, Michalina. Yo, el líder de los Apocrifílicos, Stanisław, no soy más que "el del bigote", "el del mostacho", el... —leyó un papel que había sobre la mesa—, ah, sí, "el mostachudo", "el abigotado", "el bigotudo". Recuerda que soy rumano: el español, con un poco de traductor de Google, no es tan difícil. En fin: ¿le dedicas párrafos enteros a Honoriusz, que parece un santo más que un segurata, y yo me quedo en un bigotes cualquiera? Soy un puto personaje plano. Me podrías haber comparado con Lech Wałęsa, como mínimo, porque bigotudos rumanos imagino que no conoces a ninguno, Ceausescu no llevaba.

—Hombre, Stanisław, no te pongas así —me defendí—. En aquella entrada tú llevabas la batuta de la conversación. Yo simplemente escribí lo que había visto: a Honoriusz en el gimnazjum, cada día, y a vosotros sólo una tarde...

—Hombre, Gienek —dijo Honoriusz, mientras dejaba las compotas sobre la mesa—. Eso de que escribiste lo que viste...

Stanisław dio un golpe con ambas palmas sobre la mesa. Temblaron las cuatro compotas. Le miré las manos: temblé yo también.

—Sí, mírame bien las manos, escritorzuelo —bramó enfadado, y con motivo—. Es decir, mírame la mano. ¿A qué escritor de medio pelo se le podría pasar algo así?

La mano derecha señalaba el muñón izquierdo. Miré a Michalina y a Honoriusz para acabar de convencerme. Era un muñón: ausencia de mano izquierda, de la mano izquierda de Stanisław. Era una ausencia redondeada y carnosa, armónica.

—Joder, no sé cómo se me pudo pasar. Lo siento, no me fijé...

Mi orgullo de escritorzuelo estaba más herido que nunca. Pero ¿acaso no era mejor que estuviera herido por una crítica que por la pasividad y el desinterés habituales? ¿Acaso no era mejor romperse un dedo que perder toda la mano?

—Stanislau, amor, no te quejes tanto. Ya te había dicho que no montaras una escena. ¿Si la escondes todo el rato, cómo la van a ver?

—Sí, jefe —lo intentó pacificar Honoriusz—. Como mínimo, alguien quizá lea ese blog y se entere de nuestras investigaciones apocrifílicas.

—Bueno, acerca de eso... —intenté excusarme.

—No me interrumpáis, carajo —dio otro golpetazo sobre la mesa y me apuntó con el muñón—. ¿Qué me dices de que nos llamaras gitanos? ¿Es que te crees, Gienek, que todos los rumanos somos gitanos? Por mucho que te excuses con que es un sueño, a mí no me engañas. Y tampoco digas que era un pretexto para hablar de Cervantes o de tus estudios, que a nadie le interesan. Ah, y hablando de tus estudios, sí, no me interrumpas, Gienek. No nos ha gustado nada tu falta de seriedad. Si tenías que ir a España, podrías habérselo comunicado a Honoriusz. Por algo trabajáis juntos, ¿no? La Hermandad de los Apocrifílicos no es ningún juego. Espero que no te diéramos esa impresión, aunque vete tú a saber qué conclusiones sacaste. La literatura apocrifílica es nuestra pasión y con las pasiones no se juega. Nos tomamos muy en serio nuestro quehacer; mucho más que nuestros trabajos, y esperamos lo mismo de ti.

—Sí, a veces demasiado en serio —lo cortó Michalina—. No hay nada malo en disfrutar con el trabajo, ¿sabes? A mí me encanta el salón de belleza. Colgué uno de nuestros anuncios apocrifílicos y todo. A las otras chicas les encantó la idea, una conocía a Lem, fíjate tú, incluso quería venir, aunque no entendía muy bien lo de las falsas reseñas. Qué se puede esperar de una peluquera, y polaca, ¿sabes? En fin, Stanislau, amor, no seas pelma. Gienek acaba de entrar en nuestra Hermandad y con él somos sólo cinco miembros. Eso si contamos a Grzegorz, claro, que lleva varios meses fuera de Cracovia y ya veremos si vuelve, porque hace la tira que no da señales de vida....

—Claro que volverá —confirmó Stanisław—. Cuando esté preparado, volverá. Por ahora, nosotros cuatro nos bastamos. Bueno, empecemos de una vez la vigésimo quinta reunión de la Hermandad de los Apocrifílicos. Procedo a la lectura del Manifiesto Apocrifílico:

»Queridos hermanos y hermana de la Hermandad Apocrifílica: 
»No me interrumpáis mientras invoco de nuevo a la Santísima Trinidad Apocrifílica: Borges-padre, Lem-espíritu santo y Bolaño-hijo, para que siga ayudándonos en nuestras pesquisas apocrifílicas. Bajo su amparo lograremos reunir todas las piezas de esa literatura marginal que tanto nos fascina. Con su impulso, nuestra Breve y parcial pero verdadera historia de la falsa reseña pasará a ser extensa y completa sin dejar de ser verdadera y falsa. Y entonces, cuando ya no debamos ser ayudados, amparados ni impulsados, llegará el día en el que podremos reunirnos de nuevo y disfrutar de su lectura: nuestros dedos recorrerán el índice para detenerse en alguna falsa reseña y, en pocas páginas, el reseñador esbozará un mundo imposible, mucho más grande y complejo y falso que cualquier mundo literario o real, que nos saciará intelectualmente como nuestras compotas nos colman físicamente. 
»Porque, recordemos, el Apocrifílico no es un ser incapacitado para el placer; todo lo contrario. El Apocrifílico ha catado ya las aguas de muchos ríos, por lo que ahora su paladar necesita otros jugos: no más selectos ni más finos sino más allá. Más marginales y más oblicuos, como las falsas reseñas. Con ellas el Apocrifílico se encuentra con la vida, pero no de una manera directa, como en la literatura ordinaria, sino indirectamente: a través de un falso libro que es reseñado. La literatura apocrifílica, no lo olvidemos, no es más que una perversión literaria, la sublimación literaria del placer literario, que a su vez es la sublimación literaria de la experiencia del mundo. 
»Brindemos con nuestras compotas y comencemos.

—¡Bravo! ¡Qué bien nos quedó el Manifiesto! —dijo Michalina, exaltada.

—¡Olé! ¡Amén!

—¡Honoriusz! —le replicó Stanisław—. No digas barbaridades.

—Lo siento, jefe. Como siempre, me he dejado llevar. Es la inercia: predica usted mejor que el cura de mi pueblo.

—Honoriusz tiene razón —dije, harto de guardar silencio—. Esto parece más bien un sermón que un manifiesto.

—Novato —dijo Stanisław—, no te metas con nuestro Manifiesto. Y recuerda que si te hemos perdonado tu ausencia es porque Stanisław nos dijo que habías ido a Barcelona a recaudar información sobre literatura apocrifílica.

—Bueno —contesté—, en realidad fui a hacer unos exámenes. Y aproveché para ver a mi familia y amigos...

—Claro que sí —me interrumpió Stanisław—. Ya hemos leído el blog. Luego si quieres nos cuentas más y nos enseñas el álbum de fotos. Ahora, al meollo.

—Pero también recabé alguna información —continué—. En primer lugar, acabé de leer Vacío perfecto de Lem. Y tengo la teoría de que el libro de Roberto Bolaño, La literatura nazi en América, está emparentado con aquel. Recordaréis que en Vacío perfecto hay una falsa reseña de Lem llamada "Alfred Zellermann: Gruppenfürer Louis XVI". La falsa novela (dos tomos de 670 páginas) del falso Zellermann relata las peripecias del Gruppenfürer Siegfried Taudlitz, un general del Tercer Reich que tras la guerra huye a Argentina junto a otros fugitivos nazis. En un lugar apartado de la civilización funda Parisia, una recreación de la Francia de Luis XVI, del que se cree una reencarnación.

—Sí, ya conocemos la obra de Lem-espíritu santo. Ve al grano, Gienek.

—Claro, claro. Sin embargo, ¿os habíais fijado en que el falso reseñador habla a menudo de la Francia del siglo XVII pero Luis XVI reinó a finales del XVIII? No es lo mismo XVI que XVII, XVIII o XIX: precisamente, si Luis XVI no llegó al siglo XIX fue precisamente porque la Revolución Francesa lo guillotinó. Por ejemplo, el reseñador ridiculiza los conocimientos franceses del Gruppenfürer, el general nazi que se cree Luis XVI: "En su cabeza se agolpan no tanto unos retazos de la historia de la Francia del siglo XVII, como la quincalla que la llenó cuando, niño todavía, leía con avidez las novelas de Dumas". O, en el falso prólogo que encabeza Vacío perfecto, el mismo Lem dice de su falsa reseña: "Un grupo de nazis escapan a Sudamérica, donde crean una sociedad idéntica a la de la Francia del siglo XVII". Hay otras referencias erróneas, por ejemplo al cardenal Richelieu, primer ministro de Luis XIII. Por tanto, lo más probable es que el del texto no sea Luis XVI sino Luis XIII o quizá XIV, el Rey Sol. Será por Luises monarcas. Entonces, ¿se trata de un gazapo de Lem? ¿O es un error del falso reseñador? ¿O quizá estemos frente a una errata del falso novelista Alfred Zellermann, "conocido historiador de la literatura, casi sexagenario, doctor en antropología", según el reseñador?


—No creo que Lem se equivocara así —dijo rápidamente Honoriusz—. Lo más probable es, sin duda, que se trate de una broma más. Es decir, que la errata (decir Luis XVI en vez de Luis XIII o XIV) debe ser atribuida al falso novelista o al falso reseñador.

—Estoy de acuerdo —intervino Michalina—. Pero hay que recordar que el falso reseñador no existe, sino que es el mismo Lem. Así lo reconoce en el falso prólogo que ya ha citado Gienek: "El lector termina con la sensación de que los quince libros que comenta Stanisław Lem no sólo existen realmente, sino que él o ella los ha leído atentamente página por página". Por lo que el gazapo sólo puede ser de Lem o del falso novelista. Y yo me inclino por el falso novelista, el tal Alfred Zellermann.

—Vale, sólo hay falsas novelas y falsos autores, y no existe más reseñador que Lem —acepté—. Pero si es un error del falso novelista y Lem es consciente de él, ¿por qué no lo ridiculiza en su falsa reseña? ¿Lo olvidó? ¿Quería ponerse en ridículo, autoparodiarse?

—¿No son suficientes las referencias erróneas para darse cuenta de que es una broma? —continuó Michalina.

—Mucha fe tienes en los conocimientos históricos del lector. Yo tuve que buscar en la Wikipedia, y vosotros ni siquiera visteis el error...

—Haya paz, chicos —nos tranquilizó Stanisław—. Bueno, novato, buen trabajo. Veo que has hecho los deberes. Nos has descubierto un matiz de la obra de Lem que nos había pasado desapercibido. Honoriusz, toma nota en el acta de la reunión. Pero antes has mencionado una relación entre Lem y Bolaño: ¿qué vínculo hay entre este supuesto gazapo y La literatura nazi en América?

—En realidad ninguna —contesté—. Me he ido por las ramas, disculpa. Mi teoría es que el libro de Bolaño, una colección de falsas biografías y falsas reseñas de falsos escritores filonazis americanos, tiene su origen en esta falsa reseña de Lem.

—De hecho, se puede abstraer la teoría un poco más y decir que el nazismo, los totalitarismos y las distopías son un tema muy habitual de las falsas reseñas, ¿sabes?

—Es verdad, Michalina —dijo Stanisław—. En One Human Minute (1986), otro de los libros de Lem con falsas reseñas, hay una llamada "The Upside-Down Evolution". Allí resume un falso libro de historia militar del siglo XXI de lo más apocalíptico. No sólo predice que los robots o drones deshumanizarán aún más la guerra, sino que el desarme nuclear es imposible y la escalada militar una carrera hacia el suicidio colectivo.

—Aunque no acierta en la premisa principal de la falsa obra reseñada: que la Guerra Fría continúa en el siglo XXI. Se le escapó a Lem la posibilidad de la caída del Muro de Berlín, ¿sabes?, un pequeño detalle.

—Eso habría que discutirlo. ¿Acaso no seguimos en una Guerra Fría sin ideologías que la justifiquen?

—Yo aún diría más: ¿no es toda paz una guerra fría?

—O todavía mejor: ¿no es la guerra fría la única posible en el Occidente del siglo XXI?

—Bueno, dejadme que continúe con Lem-Bolaño —los interrumpí—. Como decía, Lem escribió "Alfred Zellermann: Gruppenfürer Louis XVI": una falsa reseña cuya novela tiene lugar en Parisia, una colonia nazi-absolutista en Argentina. Bolaño, por su parte, tiene en su libro la falsa biografía de Willy Schürholz, un poeta nazi chileno que nació en la Colonia Renacer. Esta colonia, como la de Lem, está aislada del mundo y poblada sólo por alemanes y su descendencia. La Colonia Renacer es, en suma, otra colonia nazi en Latinoamérica, otro islote distópico, como Parisia.

—Piensas, pues, que Bolaño escribió esta falsa biografía a partir de la falsa reseña de Lem, ¿no?

—Sí, pero no sólo eso —continué—. Lo más probable es que todo el libro, a partir de esta falsa biografía, sea deudor del libro de Lem.

—Interesante —dijo Honoriusz—. Y muy probable. De hecho, es habitual que las falsas reseñas estén conectadas entre sí: son textos con mucha consciencia de clase. El mismo Lem se refiere en One Human Minute a falsos libros reseñados en otros libros.

—Y en el falso prólogo de Vacío perfecto Lem se refiere a "Examen de la obra de Herbert Quain" explícitamente, ¿sabes?

—Y tiene otra falsa reseña, "Alistar Waynewright: Being Inc.", que es una clara referencia a otro texto de Borges. En la falsa novela de Waynewright, la gran empresa Being Inc. y otras similares, evoluciones de las primitivas agencias matrimoniales, les ofrecen a sus clientes la satisfacción de todo tipo de placeres no materiales: desde el placer de torturar al de matar, pegar, o castigar, pero también seducir o asustar a alguien. Con el paso del tiempo, todo en la vida está controlado por las computadoras de estas compañías y el azar y la autenticidad parecen haber quedado abolidos completamente. Algo similar sucede en el relato "La lotería en Babilonia" de Borges. Un babilonio cuenta la evolución de la lotería tradicional hasta la forma más perversa —y borgiana—: todos los babilonios participan en ella y cualquiera puede ganar o perder cualquier cosa, desde dinero hasta un accidente, un trabajo, un amor, etc. Como en las compañías de la falsa reseña de Lem, los sorteos de esta lotería acaban controlándolo casi todo y es imposible saber qué es fruto del azar y qué de la manipulación loteril.

—Pues es verdad, no había caído —contesté—. Por cierto, esta red de relaciones Bolaño-Lem-Borges me recuerda que en Barcelona descubrí a otro autor apocrifílico hispanohablante, español para ser concretos, barcelonés exactamente. No es muy conocido fuera de España; y dentro tampoco demasiado, la verdad. Se llama Luis Goytisolo y su libro apocrifílico, Investigaciones y conjeturas de Claudio Mendoza (1985).

—Oh, muy interesante —dijo Honoriusz—. No conozco al tal Goytisolo, pero sí a ese Mendoza. También es un escritor español, ¿no? El de Sin noticias de Gurb y La verdad sobre el caso Savolta.

—¡Aún más interesante! —dijo Michalina—. Escribir falsas reseñas de un autor verdadero. A veces los españoles pueden tener buenas ideas también.

—No, no —los corté—. Os estáis confundiendo. Os estáis refiriendo a Eduardo Mendoza, escritor español real. Este es Claudio Mendoza, un personaje ficticio, creado por Luis Goytisolo.

—Pues vaya.

—Pero sigue siendo interesante —seguí—. Claudio Mendoza escribe el prólogo ("Tres hallazgos") y el epílogo ("Un Jehová del siglo XX") del libro de Goytisolo. Es un investigador de textos religiosos del mundo romano que dice que conoce a Goytisolo, y por eso un tal profesor Rico Manrique le ha pedido que escriba un breve ensayo sobre Luis Goytisolo. Francisco Rico (Manrique) es uno de los más importantes filólogos de España, y casualmente ha aparecido como personaje en novelas como El vientre de la ballenaLos enamoramientosNegra espalda del tiempo, etc. Llegó a escribir un artículo al respecto: "Ficticio novelista verdadero".

—Bueno, no está mal —me cortó Honoriusz—. Un falso académico que comenta a instancias de un académico real. ¿Y qué comenta?

—Bueno, no mucho. Habla de su relación con Luis Goytisolo, menos estrecha de lo que parecía. Y también de los textos que componen el libro. Sobre todo justifica su autenticidad, a pesar de que son evidentemente tan falsos como él mismo.

—Son falsas reseñas, ¿no?

—Ese es el problema —dije—. No exactamente, no todos los textos lo son. "El encuentro Marx-Lenin" son las cartas que se intercambian Léon Trotski y Luise Kautsky, testimonios del falso encuentro entre Marx, Engels, Trotski y Lenin en Londres. Marx y Lenin, por supuesto, se llevan como el perro y el gato.

»El segundo texto, "Diario de un gentleman", es un falso diario escrito por un tal Pachá, conocido de Luis Goytisolo y Claudio Mendoza; por tanto, probablemente otro personaje ficticio. En el fragmento del diario que podemos leer, Pachá conoce a una inglesa en una playa de Sitges y sale a cenar con ella. Tras unas copas y unos cuantos toqueteos, van a casa de la chica. Y cuando parece que el tal Pachá ha tenido suerte, se encuentran con el padre, que estaba despierto y esperándolos. Hablan un rato y, antes de que Pachá se vaya, decepcionado y con los huevos azules, el padre le dice que es un gentleman.

—¡Eh! ¡Menudo spoiler! Eso no se hace, ¿sabes? Deberíamos incluir esta norma en nuestro Manifiesto...

—Tienes razón, Aurelia. Anótalo en el acta, Honoriusz.

—Bueno, no es para tanto —me excusé—. La historia es bastante mala, sin duda lo peor del libro. El tercer texto, en cambio, os gustará mucho mas. "Joyce al fin superado" es una falsa reseña, pero no de un libro cualquiera, sino de Gigamesh, la falsa novela de Patrick Hannahan reseñada por Lem en Vacío perfecto.

—¡Vaya! No está mal. Una falsa reseña de Luis Goytisolo de un falso libro de Lem. Falsedad al cuadrado.

—Sí. Pero no de uno cualquiera, ¿sabes? La reseña de Gigamesh es una parodia de las novelas más experimentales y ambiciosas, es decir casi ilegibles, especialmente Ulises Finnegan's Wake. El falso autor, Hannahan, quería escribir una novela total mejor y mayor que las de Joyce. Y lo consiguió, ¿sabes?: la novela, de 395 páginas, constaba con una introducción de 847. En ella, se lleva a cabo la exégesis de la misma novela, ahorrándoles el trabajo a los críticos. Lem define el libro de Hannahan como "una patología de la cultura, y no un producto del sano desarrollo de la misma".

—Exacto —continué—. Pues Luis Goytisolo empieza así su falsa reseña: "Confío en que nadie vaya a interpretar el presente texto como un ataque a Stanisław Lem, un escritor que merece todos mis respetos y al que, en definitiva, debo el descubrimiento de la obra de Hannahan". Después del elogio llega el gran pero: Luis Goytisolo considera insuficiente el comentario hecho por Hannahan a su propia obra, así como el de Lem. Entonces procede a analizar todas las omisiones, inventando de paso a otros falsos exégetas, como H. G. Wilson y su antihannahania obra Defensa de Joyce contra sus discípulos.

—¡Hereje! —gritó Honoriusz, levantándose—. Cómo se atreve este Goytisolo a mancillar la obra de Lem. Jefe, esto hay que censurarlo.

—Cálmate, Honoriusz —lo apaciguó Stanisław—. Lem atacó a Joyce en su falsa reseña, ¿por qué no habría de ser él mismo atacado?

—Es verdad —dije—. El ataque de Goytisolo también va dirigido al autor irlandés. Al final, ambos vienen a decir lo mismo: es mejor leer la falsa reseña de una obra imposible que la obra imposible en sí misma.

—Eso es —dijo Michalina—. Parece que el texto de Goytisolo no va contra Lem, sino a su favor. Según sus falsas reseñas, no creo que Lem fuera un gran fan de Joyce. Tampoco lo era Borges, ¿sabes? ¿Para qué escribir un tocho ilegible si puedes hacer su falsa reseña, breve y legible además de sarcástica?

—¡Precisamente! —dije, contento—. Es el texto más apocrifílico del libro, aunque todo él tiene un tono más o menos similar. La única excepción es el quinto texto, "Acotaciones". Es un comentario de Luis Goytisolo a las memorias de su hermano Juan Goytisolo, Coto vedado.

—¿Luis Goytisolo tiene un hermano? ¿Estás seguro de que no es un falso escritor? Quizá Claudio Mendoza no sea el personaje, sino el creador de Luis y Juan Goytisolo...

—Y Coto vetado es una falsa novela, o unas falsas memorias, del mismo Claudio Mendoza, ¿no?

—No, no —aclaré—. Luis tiene dos hermanos, Juan y José Agustín, todos escritores, el último ya muerto. Y Coto vetado es un libro de memorias real de Juan Goytisolo, que ganó el Premio Cervantes hace nada, por cierto. Luis Goytisolo comenta algunas desavenencias como "lector privilegiado" de las memorias de su hermano Juan. Dice: "En la medida en que Coto vedado no es una obra de ficción sino un texto autobiográfico y en la medida en que la casa de Juan es en definitiva mi casa, su familia mi familia y su infancia se corresponde parcialmente con la mía, me ha parecido necesario exponer aquí las principales discrepancias interpretativas respecto a determinados hechos". Sí, no me miréis con esas caras: a mí también me parece que no tiene sentido poner este texto verdadero entre textos apócrifos.


—No, no tiene mucho sentido aquí esta rencilla familiar —secundó Michalina—. Y eso que a mí también me gusta el cotilleo. En un salón de belleza una no puede evitarlo...

—Bueno, Gienek, debo felicitarte por tu trabajo —dijo Stanisław sonriendo y blandiendo pacíficamente el muñón—. Queda perdonada tu anterior ausencia. Y la bigotización literaria a la que me sometiste, también.

—¡Viva! —gritó Michalina.

—¡Amén, jefe! Después de esto, nos merecemos una segunda compota, ¿verdad? —propuso Honoriusz mientras ya se levantaba.

Decidí no decirles nada y posponer hasta la siguiente reunión mi odio secreto hacia la compota. No iba a ser un aguafiestas: en la pequeña Cracovia no es tan fácil hacer amigos.