sábado, 16 de junio de 2012

Morriña de lunes


"—¿Qué día es hoy?
¿Lunes? Viernes."

Siendo bibliotecario, los viernes eran mis lunes: ni trabajo ni universidad. Durante un día, podía llevar una feliz vida de cigarra (feliz vida de cigarra: pleonasmo, al menos hasta que llega el invierno). Podía pasear por los parques y sentarme en los bancos a verlas pasar. Leer en la biblioteca estaba bien, pero en los parques soplaba el airecillo y tenía un auditorio: los perros se arremolinaban alrededor del profeta y lo olisqueaban agradecidos —aunque a veces le meaban encima, por profeta (¡pobre profeta!)—. Ahora sé que, si existe la felicidad, es algo parecido a dejarse oler, a no ser más que un aroma llevado hasta las narices de otro.

Los viernes me permitía ser, no se lo contéis a nadie, superferolítico.

Los viernes me daba el gusto de desayunar a las cinco de la tarde, cuando el hambre me acuciaba para levantarme del sofá o del banco; prepararse la comida no es para nada lunes. Mi no-horario era orgánico —pero sin organización— y se sincronizaba con el de Berta, mi gata. (Otro día hablaré más de ella.)

Esta es, ahora lo sé, mi auténtica vocación: ser gato. Otros lo llaman ser como una nube ociosa; o, mejor, como una hoja que cae, felizmente ondeada por la gravedad y el viento, bandera del dolce far niente.

Pero, poco a poco, los viernes amorfos fueron moldeándose: los viernes por la mañana fueron subir en bicicleta a Gracia y luchar contra la pronunciación de palabras imposibles durante una hora, todo consonantes y declinaciones, malabares lingüísticos para llegar ahogado hasta la siguiente vocal oxigenadora: (coge aire) las clases de polaco. Una sola hora impuso ritmo a los viernes, racionalizándolos como solo lo consiguen los relojes, racionadores de la vida. El polaco me domó los viernes hasta el mediodía.

Luego empecé a escribir esto, este blog, y las tardes de los viernes fueron perdiendo aún más su horizontalidad de lunes. Escribir es perder el tiempo, aunque de un modo menos lunes: el auditorio cambia —pasa de perro a lector—, o desaparece directamente, y el espacio también muda —de sofá o banco a silla—. Es una dulzura distinta, pero todavía dulce.

Con mi nuevo trabajo, se implantó rotundamente la amarga verticalidad. Ahora, los viernes son meros jueves, miércoles, martes, etc.; incluso los sábados, antes sagrados, pierden su categoría de lunes; y los lunes, que nunca habían sido lunes, dejan de ser lunes.

En mi nuevo trabajo, vendo ropa a clientes, sonrío a clientes, meto sus compras en bolsas, etc. Ni me siento ni leo ni puedo usar el ordenador. (¡Pobrecito de mí!) A veces también trabajo sin clientes; por ejemplo, clasificando perchas: las perchas negras con las negras y las blancas con las blancas; unas perchas son de pinza y otras de marca —Nike, Adidas, etc., qué sé yo—. El peor de los castigos del infierno es colgar perchas en un perchero infinito: nada aliena más que alinear.

Y, sin embargo, ¡cómo hecho de menos la dulce alienación de los lunes!

En fin, tengo trabajo a pesar de la crisis y tal; todo parece indicar que no me puedo quejar. Aun así, me quejo (la añoranza no es más que una forma de queja). Creo que el buen tiempo, el Sónar, la Eurocopa y otras golosinas despiertan en mí la nostalgia mediterránea de no hacer nada.

4 comentarios:

  1. Aunque haya un retazo de comparación entre tus lectores y los perros que olfatean te dire que somos más como canarios de salón. Vamos de palo en palo. De la estación de Girona a una silla en Badalona, de Amsterdam a Rouen y así se nos pasan los días.

    Es curiosa la horizontalidad de los días. Yo ya llevo dos años de horizontalidad y al final las semanas me parecen tener cinco lunes y un par de martes grises. Será el ritmo de vida: demasiados estimulantes para una vida tan ociosa

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    1. Horrible la verticalidad, llego de currar baldado. Yo soy más de horizontalidades! Ya lo verás cuando te toque de nuevo xd

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    2. Superferolítico??? He anat a la Rae, perque no m'ho creia, avui he aprés una altra paraula d'aquestes rares teves (oh my god, quantes sorpreses que amagues)jo també sóc a partir d'ara superferolítica :P
      Jo també vull ser gat, però de molt abans que tu.La meva gata está tota estirada al llit i dorm com si estigués morta i de tant en quant te malsons i tot i l'haig de despertar (és com una filla per mi)i hem contesta amb un ronroneig d'agraiment no se que somiarà la condenada, potser que persegueix el pinchi, l'altre gat que tenim a casa. En fí ja ens tocarà lo del Dolce fare niente, ara toca treballar, posar el millor somriure i que et diguin coses com "you are so sweet girl, thank you very much (clients anglesos que entren a la botiga i jo parlo amb ells) algún dia, imagino i somio que ens vindràn els petits plaers de la vida ;) (que ja els tenim i ens queixem de vici)

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    3. Superferolítico es una gran paraula! I sí, em queixo per pur vici, però millor tenir aquest vici que no d'altres, no? :P

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