Uno de los microrrelatos más famosos es el que, según se dice, Hemingway consideró su mejor relato:
"For sale: baby shoes, never worn."
Olé tú, Hemingway: esto no es que ilustre tu teoría del iceberg, sino que la exagera hasta desarmarla: detrás de estas seis palabras se esconden al menos dos vidas y una muerte, y seguramente una historia de amor. Esta es una frase que resume una novela entera; sin ir más lejos, esta novela podría ser una de las dos historias que se entrecruzan en Las palmeras salvajes, de su compatriota Faulkner, también la historia de un aborto (y algo más, cómo no). Woody Allen resumió Guerra y paz como "una de rusos", o algo por el estilo, mofándose a la vez de los rusos y, de rebote, de los microrrelatos.
"Vendo zapatillas de bebé, sin estrenar", por traducirlo en seis palabras, ridiculiza la teoría del iceberg hasta evidenciar que es un completo fraude: está bien exigirle al lector que rellene huecos con su imaginación e intuición, que no se lo demos todo masticado, pero no enseñar ni una sola de las cartas de la mano solo demuestra que íbamos de farol.
"Vendo zapatillas de bebé, sin estrenar", por traducirlo en seis palabras, ridiculiza la teoría del iceberg hasta evidenciar que es un completo fraude: está bien exigirle al lector que rellene huecos con su imaginación e intuición, que no se lo demos todo masticado, pero no enseñar ni una sola de las cartas de la mano solo demuestra que íbamos de farol.
En cambio, otros relatos como "El dinosaurio", de Augusto Monterroso, funcionan como un chiste:
"Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí."
¿No suena igual que "Van dos y se cae el del medio"? En este caso, el lector no ha de rellenar huecos, solo ha de sonreír imaginándose al pobre dinosaurio postapocalíptico y felicitar al señor Augusto por su ingenio.
Y sin embargo nos gustan mucho los microrrelatos —los faroles también pueden ganar una ronda—, sean en formato chiste o resumen de novela, sobre todo si los cogemos al vuelo: cuando, volviendo a casa, en medio de la calle Joaquín Costa, abarrotada y sudada como es habitual en el verano barcelonés, escuchamos a una señora soltarle desde un balcón a otra mujer del piso de enfrente:
Y sin embargo nos gustan mucho los microrrelatos —los faroles también pueden ganar una ronda—, sean en formato chiste o resumen de novela, sobre todo si los cogemos al vuelo: cuando, volviendo a casa, en medio de la calle Joaquín Costa, abarrotada y sudada como es habitual en el verano barcelonés, escuchamos a una señora soltarle desde un balcón a otra mujer del piso de enfrente:
—¿Que no lo sabías? ¡Manolo ahora se llama Loli!La maldita señora ha soltado esta frase, síntesis de un guión almodovariano, como si nada. Y los que pasábamos, estupefactos: claro que la realidad supera la ficción, eso lo sabemos todos; lo inesperado es que además se exprese como lo hace la ficción.
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