viernes, 21 de septiembre de 2012

À la recherche du piso cracoviano

1. Ryszard, agente inmobiliario 
—Oye, ¿hablas inglés? ¿De dónde eres? —me dice un vagabundo con un inglés más macarrónico que el mío.

—¿Yo? De Barcelona.

—¡Ah! Claro, claro. Me encanta España. Barcelona, sangría, chicas, la Rambla... —sonríe y me muestra, más que los dientes, las encías: tantas teclas blancas le faltan—. ¿Y qué haces en Cracovia? ¿De visita?

—No, estaré aquí estudiando. Ahora estoy buscando piso.

—¡Ah! Claro, claro. Cracovia es una ciudad muy tranquila. La gente es muy simpática, ya verás. Y no es nada peligrosa. Puedes dormir en los parques y ellos te llevan a dormir a un sitio caliente y no te roban. A mí no me hace falta, claro; yo tengo casa propia. Muy buenos somos todos. Sí, sí. Claro. 

Se queda callado. Echa un trago a un cartón de zumo de naranja.

—Ven, ven aquí, siéntate —me dice, señalando el banco donde está sentado; yo, claro, voy allí—. ¿Sabes qué? Ryszard puede ayudarte a encontrar piso —dice el vagabundo, llamémosle Ryszard, dándose un golpe en el pecho. 

Le da otro sorbo al cartón y lo tira a la basura. Sonríe, orgulloso, con todas sus fuerzas; tanto abre la boca, que temo por las piezas sanas intactas ¿supervivientes? de su dentadura.

—Conozco el sitio perfecto para un español. Una casa de mujer. Marta se llama la mujer. Es mayor pero muy buena. Y el piso es muy limpio. Tienes una cama, y tu mesa. Y un baño para todos. Muy limpio todo siempre, ¿eh? Yo allí he dormido alguna vez. Ahora no, porque tengo casa. Pero todo está muy limpio. Y Marta es buena. Prepara comida muy buena polaca.

Le doy un boli y una libreta. Anota el número y la dirección de la tal Marta.

—Ahora que te he ayudado —me dice, devolviéndome la libreta y el boli—, tú también me puedes ayudar, ¿no? —Ryszard fuerza su sonrisa desdentada aún más—. Yo te ayudo y tú me ayudas. España y Polonia somos amigos, ¿no?

Saco todas las monedas de la cartera y se las doy. Ryszard es majo, pese a todo, así que me da pena: las veinte monedas de Monopoly que arrojo en su mano no suman ni dos zloty. Ni medio euro.

—¿Sabes que con esto no puedo comprar nada? —me dice, al tiempo que se desvanece su sonrisa.

Me encojo de hombros y le digo que no tengo más. A Ryszard no le ha hecho ninguna gracia. 

—Recordaré tu cara —me dice, cuando me alejo—. ¡Me debes una cerveza!

2. Llamada número 7: compra-venta
—Hola —digo—, ¿hablas inglés?

—Nie, nie —dice la voz del teléfono—, nie-nie-nie-algo-en-polaco.

—¿Piso? —digo, en polaco—. ¿Casa? ¿Habitación?

—....

—¿Anuncio? ¿Alquiler?

—....

—¿Cracovia?

—...

—¿Precio? ¿Dinero?

—¡Ah, sí! Dinero, dinero. Piso, piso. Sí, sí.

—Sí, quiero el piso. ¿Cuánto dinero?

—Sí. Tú escribir —me dice—. Tú escribir, yo precio decir. Siete.

Apunto un siete. Y pienso. ¿799 zloty al mes? Y divido entre cuatro. 200€.

—Y ocho —sigue dictándome—. Y nueve.

789 zloty. 191 euros.

—Y cero —¿y cero?—. Y cero —¿qué?. Y cero —¿cómo?—. Repito todo: 789000 zloty.

Divido entre cuatro: 191000 euros. 

Tres ceros es la diferencia entre sprzedawać y winajmować, o entre vender y alquilar.

3. Llamada número 10: intimidad en tierra alemana
—¿Hablas inglés?

—Sí, sí. Soy alemán. Somos dos alemanes en el piso. Tú ocuparías la tercera habitación. Somos gente muy simpática y muy abierta. Y muy limpia. Eres español, ¿no? Nos encantan los españoles. El piso tiene un baño para los tres. Tu habitación también es la cocina y es el salón. Y a un lado está mi habitación. Al otro lado, la del otro alemán. La calefacción es central. Todo vale 600 zloty. ¡Es muy barato!

Silencio. Procesando datos...

—¿Cómo?

—Sí —más silencio—. Tu cama está sobre la cocina, y abajo también hay un sofá y una mesa. Y un armario para poner tus cosas, claro. Cuando quisieras, podríamos comer todos juntos en el comedor, y todo por 145 euros al mes...

Antes de colgar, soy generoso: le doy una única oportunidad y le pongo precio a mi intimidad. Pero no me salen las cuentas. Mi intimidad aún no es tan barata (y eso que la aireo en este blog, según parece). Tiempo al tiempo.

4. Llamada número 17: Marta
—Hola. ¿Marta?

—Sí —me dice una voz de viejecita entrañable—, soy Marta.

—¿Hablas inglés?

—Nie, nie.

—¿Conoces a Ryszard?

—....

—¿No? ¿Ryszard?

5. Encuentro con cracoviano número 19
—¿Piden que paguéis eso por todo el piso, verdad? ¿O solo por la habitación?

—...

—¿Solamente una habitación?

—...

—...


6. Encuentro con Erasmus número 10
—¿Y ya tenéis piso?

—Seguimos buscando.

—Está todo muy caro.

—Nos timan: o zulos o precios de Barcelona.

—Sobrepoblación de estudiantes.

—No se si quedarme el salón-cocina-comedor...

Los dos alemanes parecían majos.

—También parecían silenciosos.

7. Agente inmobiliario número 5
—Oye, que al final sí queremos el piso de cuatro habitaciones que hemos visitado esta mañana.

—Vaya, demasiado tarde. Qué pena. Ya está alquilado.

—...

Pero si queréis conozco una mujer que alquila habitaciones.

8. Viejita polaca entrañable (y sin número)
—¡No se os ocurra comprar nada! —dice, sentada en su sofá, combinando con esfuerzo un inglés de emergencia con un español tan precario como mi polaco—. Yo os compro todo lo que os falte en el piso. Edredón, sábanas, trastos de cocina, cafetera, tostadora, lavadora, etc. Y mis hijos lo traerán. Ni se os ocurra ir a Ikea.

La viejita polaca entrañable me recuerda a los propietarios (de pisos) y a los agentes (inmobiliarios) que he conocido en mi corta existencia. Por lo desemejante, claro: en una predomina lo maternal y en otros lo material.

—Además, podéis quedaros en este piso mientras acabamos de arreglar el vuestro —dice, mientras cuenta felizmente su fajo de zloty.

Si Ryszard tuviera móvil, si yo tuviera su número, lo llamaría para celebrarlo con una cerveza.

2 comentarios:

  1. ¡Hahaha! Interessant crònica. Em quedo amb en Ryszard, of course. Quin personatge...

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    1. Doncs n'hi ha molts pels carrers de Cracòvia, tots disposats a parlar amb tu i ajudar-te a canvi d'una mica d'ajuda econòmica :P

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