domingo, 26 de agosto de 2012

Apología del "Ecce homo" de Borja


La restauración del eccehomo de Borja no solo es un acontecimiento social a escala mundial, también representa un hito en el ámbito artístico. Como les gusta afirmar a los historiadores del arte, esta obra supone un cambio de paradigma: nada volverá a ser lo que era, es un antes y un después, una ruptura con el pasado... y otras cosas tan extraordinarias como ordinariamente dichas. Palabrería publicitaria invadiendo el campo artístico, vaya.

Como toda obra maestra, la restauración de Cecilia Giménez permite múltiples interpretaciones. (Por eso está triunfando tanto, claro.) A los que la adoramos nos gusta porque sus varias lecturas dinamitan el arte como institución. Para empezar, porque su supuesto artífice, aquel a quien habitualmente llamamos artista, es una adorable viejecita que solo quería restaurar el cuadro movida por caridad cristiana. Aunque también es una reivindicación de un papel mucho más creativo y menos invisible para el restaurador, la verdad es que esto no es una restauración, ni siquiera una restauración fallida, pese a que Cecilia no quería hacer arte, sino restaurar.

Esto nos lleva a considerar otro mensaje crucial apuntado por la obra: Cecilia, a diferencia de Marcel Duchamp o John Cage, no hace arte con el azar, sino que ha hecho arte por azar, demostrando el poder de los errores y, de paso, meándose en la boca de todos los artistas contemporáneos. Sin querer, Cecilia se ha convertido en la persona más envidiada por los "artistas de verdad", precisamente porque ha llevado a cabo uno de los grandes sueños vanguardistas: hacer arte que no sea arte. El Ecce homo restaurado es una pieza magistral de arte sin ser arte, desde fuera del arte. De hecho, antes he dicho que Cecilia era la supuesta artífice del cuadro porque me parecería mucho más lógico que todo esto fuera un montaje de algún artista supermoderno y visionario con una tía en Borja. Si así fuera, sería la mejor performance artística posible, pero, si se llegara a saber, le restaría toda la sugestión que lo accidental le otorga al Ecce homo de Cecilia.

(Un paréntesis: ¿por qué nos atraen tanto las casualidades? Mi hipótesis: el morbo del azar proviene de que nos sentimos identificados con él. Tal identificación la explica que seamos hijos del azar: en versión cristiana, qué casualidad que Dios fuera tan bondadoso como para crearnos; desde la óptica determinista o evolucionista, que seamos así, o que seamos en vez de no ser, tampoco podía ser más fortuito.)

Pero, sobre todo, lo que esta obra expresa mejor que nada es que, en general, a la gente el arte se la suda (como siempre ha sido, por cierto). El pueblo no quiere alta cultura de ningún tipo, "el pueblo quiere drogas, el pueblo quiere alcohol, el pueblo quiere sexo, sin pagar mucho mejor", como dijo algún sabio. En realidad, el único arte que nos interesa a los normales es el cine, las series, la música, el fútbol, el disparate, los memes... y el "arte" que engendra memes, claro, como el Ecce homo restaurado.


Otro elemento clave para entender el éxito del Ecce homo es que sea una obra original y a la vez tenga en cuenta la herencia artística que ha recibido. La restauración se inscribe, a su manera y sin quererlo, en la tradición de versiones de cuadros de otros artistas, como Las meninas de Picasso o la Reminiscencia arqueológica de El Angelus de Millet, de Dalí.


Sin embargo, hay dos diferencias claras: primeramente, mientras que Picasso hizo sus meninas, desde su propio punto de vista, Cecilia interpreta el Ecce homo de su desconocido autor, Elías García Martínez, sin punto de vista alguno —o desde el punto de vista sin punto de vista del restaurador. No es un ejercicio de estilo de Cecilia, no es una obra pasada por el tamiz de su individualidad y su genialidad indiscutibles, porque no fue esa su intención inicial. El resultado final es tan inesperado que no puede responder a ningún propósito sino a la combinación imposible de casualidades, y, si todo esto acabara siendo obra de algún artista (ins)pirado, no tendría tanto valor porque perdería su espíritu azaroso. Como mucho, yo diría que Cecilia ha versionado el eccehomo original al estilo de Botero, pero esto es mentira igualmente Botero también era muy dado a representar hinchadamente la realidad y otras obras.


La segunda diferencia es la más revolucionaria: las versiones tradicionales mantienen cierta distancia respecto de la obra original, pero el eccehomo restaurado elimina toda distancia; tanto, que obra original y versión comparten el mismo espacio físico, el mismo lienzo o pared: la versión modifica, actualiza, el original. No hay nada tan transgresor como pasar revista a una obra invadiéndola, uniéndose a ella. O destruyéndola, como hizo Robert Rauschenberg, artista norteamericano, con su Erased de Kooning drawing, un dibujo de Willem de Kooning borrado.


Esta transgresión simbolizó un portazo al expresionismo abstracto por parte del incipiente Pop art; así se mata a los padres no deseados: borrándolos, haciendo tabla rasa. Ambas obras pueden reivindicar también el palimpsesto como forma de arte: toda obra contiene en sí misma, físicamente en estos casos, huellas de su pasado, de sus influencias, de un modo más o menos manifiesto. El Ecce homo de Cecilia no borra las huellas, no las esconde ni las cancela, solo las modifica in situ, con espíritu cristiano y con mucho arte, eso sí.

(Casualmente, otra noticia de estos días parece responder al mismo mecanismo: la sentencia contra Lance Armstrong que le quitará sus siete Tours de Francia hablo del ciclista, no del astronauta fallecido ayer, también casualmente. En ambos casos, el presente se rebela contra un pasado supuestamente ya pasado y lo modifica, pintando un monigote donde había un Cristo o alterando el orden de siete podios apeando a su ganador. Nadie recordará a Elías García Martínez si no es como una sombra de Cecilia Giménez, como nadie recordará que Armstrong ganó siete Tours sino que se los quitaron por tramposo, como nadie recordará a los nuevos y justos ganadores (Olano, Zülle, Beloki, Vinokúrov...) más que como derrotados por las injustas circunstancias. Una victoria ciclista es como una teoría científica y como la presunción de inocencia: se acepta hasta que se demuestra su falsedad.)

1 comentario:

  1. Un poco de más autopublicidad y con todo el respeto a Cecilia, que va camino de convertirse en un icono pop. Me pregunto como habría quedado el fresco si lo hubiera podido terminar. Echad un vistazo a esta app de android: http://tinyurl.com/coo365v

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