miércoles, 18 de octubre de 2017

18 de octubre. Cynthia Ozick, 'Cuerpos extraños'

Un recurso frecuente en la literatura moderna y posmoderna, aunque en el fondo es inherente a toda obra literaria, es la reescritura de otras obras. El caso más conocido es el Ulises de James Joyce, que reelabora y transforma la Odisea de Homero no solo estética sino también ideológicamente. Por este último motivo son tan habituales las reescrituras poscoloniales o feministas: las que se apropian de modelos coloniales o machistas, respectivamente, para darles la vuelta, para reescribirlos a la contra. Porque dos de las funciones de la literatura son, por un lado, darles voz a todos y a todas y, por el otro, crear nuevos mitos o actualizar los ya existentes. Claros ejemplos de esta práctica son Penélope y las doce criadas de Margaret Atwood o Urraca de Lourdes Ortiz; la primera le da voz a Penélope, la esposa de Ulises, y la segunda se la da a Urraca, la reina encerrada en una torre por ser mujer.

Cynthia Ozick parte de la misma estrategia en su novela Cuerpos extraños (2011); concretamente, reescribe Los embajadores (1903), una de las novelas más conocidas de Henry James y la favorita de Ozick, que también le dedicó la tesina y un ensayo al escritor estadounidense. El protagonista de Los embajadores debe viajar a París para convencer al hijo de su prometida de que vuelva a los Estados Unidos, pero el joven se resiste porque está enamorado de una mujer y de la capital francesa. En Cuerpos extraños, la protagonista es una mujer, Beatrice, que tiene una misión similar: traer de vuelta al cabra loca de su sobrino; sin embargo, el París de Ozick, el existencialista París de 1952, es una ciudad llena de cuerpos extraños: por un lado, los refugiados europeos de la Segunda Guerra Mundial, atascados en la ciudad y ansiosos por abandonarla hacia un destino mejor, fuera del continente; por el otro, los acomodados turistas norteamericanos, en busca de inspiración y aventuras en el París de Hemingway y demás miembros de la Generación Perdida, todos ellos escritores, artistas o vividores, en fin, beatniks. Aunque en 2011 la crisis de los refugiados causada por la Guerra Civil Siria aún estaba lejos, es imposible leer la novela de Ozick sin pensar en ella.

Pero con el feminismo y los refugiados no se agotan los temas de Cuerpos extraños, sino todo lo contrario. El hermano de Bea, padre del chico al que esta debe rescatar, es uno de los personajes más interesantes de la novela, una compleja figura kafkiana que aglutina varios temas: es un padre y marido severísimo y un hombre hecho a sí mismo, por no decir arribista, pero también un judío que reniega de su origen humilde hasta odiar el judaísmo y la pobreza, como algunos personajes de Philip Roth o Saul Bellow. El conflicto identitario y el fracaso también afectan a Bea, profesora de inglés que ha malgastado su vida por un hombre, y a Lili, una refugiada rumana destruida por la guerra. Todos los personajes están perdidos e intentan encontrarle sentido a la existencia.

Como Henry James, Cynthia Ozick es una virtuosa narradora en tercera persona; pero, a diferencia de Los embajadores, en Cuerpos extraños la focalización no se centra en un solo personaje sino en varios, dependiendo de la escena o de la situación. Tanto en Ozick como en James la elección de la perspectiva narrativa no es solo una cuestión psicológica o técnica, sino también epistemológica: una estética de la verdad.

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