domingo, 9 de agosto de 2015

Sexto encuentro con los Apocrifílicos (VI)

Frente a Honoriusz sólo había una compota y un café con leche, así que supuse que Stanisław se había enfadado por mi broma apocrifílica. Quizá debería haberles dicho en la última reunión que Javier Marías no era un falso autor, sino que estaba vivito y coleando en este nuestro mundo de escritores y lectores reales. Y que sus obras no eran falsas, sino de lo más existentes. Y que la falsa reseña "Examen de la obra de Javier Marías" no era anónima, sino fruto de mi cálamo, como dicen los poetas.

Pero creí que los Apocrifílicos tendrían sentido del humor apocrifílico. Si nos encargamos de catalogar la literatura apocrifílica, ¿qué mal hacemos al contribuir personalmente a aumentar la lista de obras? Entre inventariar e inventar literatura apocrifílica no hay más que un paso lógico. De hecho, cuando el mes anterior acabé de leerles el "Examen de la obra de Javier Marías", pude comprobar que las reacciones no habían sido para nada negativas. Stanisław, que es quien parte el bacalao, pareció aprobar el texto que torpemente les traduje del español al inglés: brindemos con nuestras compotas, clamó al final. Michalina comparó el gusto de Javier Marías por lo apócrifo con el de Borges y Bioy Casares. Honoriusz, por su parte, sugirió que quizá Roberto Bolaño era el autor anónimo de la falsa reseña, a pesar de que Marías no fuera un escritor filonazi como los de La literatura nazi en América. Entonces me mordí la lengua, pero me acordé de las alabanzas que Bolaño le dedicó en vida al auténtico Marías, y de las que este le ha dedicado a aquel, aunque lo había leído tarde porque está publicado en Anagrama, editorial con la que el autor español estaba peleado. Seguro que a Bolaño le habría encantado inventar a Marías.

Honoriusz me miraba más serio que nunca, como si yo fuera un estudiante de su gimnazjum que se hubiera pasado con una gamberrada. BAL estaba casi vacío —sólo otra mesa ocupada—, como cualquier otro sábado a las cinco de la tarde. Bajo el minimalismo extremo de BAL se escondía una antigua nave industrial convertida en bar-restaurante; el color blanco de las paredes, las columnas, el suelo y las sillas aumentaban la sensación de silencio. Durante el día solía haber solitarios que buscaban un lugar tranquilo donde trabajar o relajarse, parejas e incluso familias más o menos alternativas; por la tarde se vaciaba y con la caída de la noche se volvía a llenar. Honoriusz no se decidía a hablar, quizá se sentía en armonía con un espacio tan silencioso, tan zen.

—Supongo que ya sabes por qué los demás no están aquí, ¿no? —dijo, por fin, y bebió un trago de su compota como lo haría un detective de novela negra.

Supuse que aquello era una despedida. Con los Apocrifílicos no se bromeaba. La literatura apocrifílica era algo serio, ya me lo había dicho Stanisław alguna vez. Pero si hubieran venido los tres, quizá podría haberme disculpado. Les habría dicho que, de entre todas las mentiras, la mentira literaria es la más noble, o algo así. Pero tenía que prepararme para lo peor: ¿la simple expulsión?, ¿la extorsión?, ¿la violencia física?

—Supongo que sí —le contesté—. Debe de ser por el "Examen de la obra de Javier Marías".

—Efectivamente.

—¿Tan grave es que no han querido venir?

—Bueno, yo no diría grave. Traducir un texto es un trabajo difícil, y no tienen mucho tiempo libre. Por eso lo hacen durante el fin de semana, cuando ambos están disponibles. Además, no entienden el español perfectamente. Stanisław es bastante bueno, de hecho lee todo lo que escribes en tu blog. Y Michalina domina muy bien el inglés. Así que trabajan en equipo: él lee tu "Examen de la obra de Javier Marías" en español y lo traduce al rumano, mientras que ella lo retraduce al inglés. Así tendremos tu falsa reseña en inglés y podremos añadirla a nuestra Breve y parcial pero verdadera historia de la falsa reseña.

—¿Cómo?

—¿Cómo, qué? Te digo que Stanisław y Michalina están en su casa, traduciendo. Por eso no han podido venir.

—¿Y no vais a expulsarme del grupo? ¿No me mandaréis al gulag? ¿No me torturaréis? ¿No le haréis chantaje a mi familia?

—¿Por qué? No era tan, tan mala, la falsa reseña. Aunque tu interpretación en inglés dejaba bastante que desear.

—Qué alivio —respiré confortado—. Pensé que os habíais enfadado porque no os dije que yo había escrito el texto.

—Oh, no. Al principio nos engañaste, no te creas. Michalina dijo que le sonaba alguna de las novelas que habías comentado, pero no le dimos mucha importancia; Stanisław le dijo que alucinaba y yo no leo mucho, por lo que el nombre tampoco me decía nada. Pero cuando Stanisław buscó información en Google, encontró la página de Wikipedia de Javier Marías. Pensó que quizá el autor de la falsa reseña la había creado para darle verosimilitud a su mentira. Pero el falso novelista tenía página en rumano y en húngaro: aquello era demasiado real para una ficción, incluso una apocrifílica.

—¿Y cómo supisteis que yo era el autor?

Honoriusz tardó unos segundos en responder, retrasando su intervención como un detective de película.

—Muy fácil. La única referencia que encontramos en Internet al título de la falsa reseña provenía de tu blog. Aún cabía la posibilidad de que alguien te hubiera mandado un correo con el texto, pero era altamente improbable. Colgamos los anuncios en muchos sitios, pero no creo que los españoles que lo leyeran estuvieran muy interesados: los españoles que vienen a Cracovia no han abierto un libro en su vida. Podría ser que alguien hubiera leído alguno de los posts en los que incluías la dirección de correo de la Hermandad, pero Stanisław dijo que tu blog no lo leía nadie más que él.

—Vaya. Qué decepción: pensaba que me expulsaríais de la Hermandad...

—Oh, no. De hecho, no creas que eres el único que escribe. Michalina también lo hace, y muy bien. A veces escribe falsas reseñas, por supuesto. Le han publicado alguna en Underneath the Bunker.

—¿Eso no es una canción de R.E.M.?

—Quizá también, no sé. Underneath the Bunker es una página web de falsas reseñas. Su falso administrador es un tal Georgy Riecke, especialista en Literatura de Europa del Este y falso reseñador de un buen puñado de falsas novelas.

—Competencia directa para la Hermandad de los Apocrifílicos, ¿no?

—No exactamente. Underneath the Bunker crea nuevos contenidos; nosotros compilamos antiguos.

—Pero me has dicho que Michalina ha escrito varias falsas reseñas.

—Sí, sí, y tú también has escrito por lo menos una. Así que ya ves que no somos tan originales. Pero como mínimo nosotros vivimos y existimos: además de ser un ente de ficción, Georgy Riecke murió en febrero de 2015 al caer de un árbol. Cuando nos encontremos con los demás, deberíamos debatir la posibilidad de crear, además de coleccionar y ordenar. ¿Tú has escrito, Gienek, más falsas reseñas?

—Pues no. De hecho, si escribí el "Examen de la obra de Javier Marías" fue porque no recibíamos nada. Estábamos estancados.

—Puede ser. ¿Y has escrito algo interesante? Me gustaría leer tu blog personalmente, pero no sé leer en español.

Le resumí el argumento del último relato que había escrito, "Las lenguas de Kuba". Kuba es un testigo de Jehová que vive en Cracovia. Yo soy su profesor de español, aunque un profesor de español un tanto especial: le enseño neoespañol, un español inventado sólo para él. Además, cuando me habla de religión me habla en nolengua, un idioma totalmente incomprensible. El pobre Kuba, manipulado por mí, acaba hablando dos lenguas que no habla nadie.

—Te he preguntado si habías escrito algo interesante —me cortó de repente Honoriusz, adoptando el rol del poli malo—. Este relato es completamente inverosímil. En Cracovia hay muchísimos testigos de Jehová que hablan español, no sólo este tal Kuba. Podría haber aprendido español con ellos. Y no son tan radicales como los pintas, así que podría haber estudiado en una academia de idiomas como la tuya. Quizás las bromas con el lenguaje sean divertidas, pero a mí me parecen estúpidas: ¿decir me cago en Dios en vez de creo en Dios?; por favor. Eso sí, en el túnel del que hablas siempre hay un par de testigos de Jehová con folletos en inglés, polaco, español y otros idiomas; sin embargo, no te molestan si no quieres hablar con ellos. Ahora de verdad: ¿has escrito algo interesante?

Le resumí el relato "Bib(L)iografía". Es un recorrido nostálgico por algunas bibliotecas importantes para mí: la de Cracovia y unas cuantas de Barcelona, sobre todo.

—Te he dicho interesante, no pedante ni sentimentaloide —me interrumpió Honoriusz.

Le resumí el relato "Muros y banderas". Un estudiante del gimnazjum protesta porque le he bajado la nota a causa de una falta de ortografía; para que el alumno quejica entienda la importancia de las faltas de ortografía, le hago a toda la clase un dictado un poco esperpéntico. Al mismo tiempo, recuerdo un problema que tuve en Cracovia causado por una bandera independentista y una bandera española.

—Gienek, Gienek: aún confundes interesante con cargante.

Le resumí el relato "Colonias nazis en Auschwitz". Durante el reencuentro con un amigo del Erasmus, este me cuenta las extrañas colonias que acaba de vivir en Oświęcim, más conocida como Auschwitz. Son unas colonias temáticas: todo está relacionado con el Holocausto. Uno de los estudiantes tiene una peculiar relación con la Shoah: es un filonazi que tiene ganas de provocar al personal y hablar sin pelos en la lengua de nazismo, judaísmo, nacionalismo y lo que sea.

—Por Dios, Gienek, esto es más improbable que lo del testigo de Jehová. Ya basta. Suerte que no puedo leer en español, acabaría odiando lo que escribes. No te lo tomes a mal: sólo escribes sobre ti y sobre personas raras a las que conoces o inventas sin mucha verosimilitud. Pero no te enfades, no me mires así. Hay que tomarse bien las críticas. Venga, venga, tranquilízate. Eso es, acábate el café con leche. ¿Quieres algo más? ¿Una compota? ¿No? ¿Seguro? Bueno, pues, cuéntame: ¿ahora estás escribiendo algo verdaderamente interesante?

—Pues sí. Estoy escribiendo un relato sobre un guitarrista mexicano que vive en Cracovia. Está enamorado de una polaca, pero esta pasa de él. Yo lo conozco en diversos sitios: primero en un concierto, luego en un restaurante mexicano, otro día en el tranvía, y finalmente en mi escuela de idiomas: el tipo se mete a profesor de español. Entonces entablo amistad con él y me cuenta su trágica e intrigante historia de amor.

—¡Por Imre Kertész! ¿Es que tienes que aparecer tú en todas las historias? Date un respiro, Gienek. ¿Y una historia de amor entre un guitarrista mexicano y una polaca? Pensaba que ya nadie escribía historias de amor. Venga, estrújate un poco más el melón: seguro que tienes otros relatos o novelas más interesantes en mente.

—Pues sí. Pero también es un relato autoficcional, aunque con mucha fantasía. Estoy planeando escribirlo en verso y no en prosa, para variar. Además, la poesía está volviendo, ya tú sabes. En este relato yo sería el protagonista directo, claro, pero en un futuro cercano: tendría treinta y cinco años, es decir, estaría "a mitad del camino de la vida". No, no me interpretes mal: no sería ciencia-ficción. Estaría, efectivamente, en plena crisis de madurez. Un día me encontraría perdido en un bosque y se me aparecerían un león, un leopardo y una loba, una bestia tras otra. Sí, Honoriusz, lo sé, es inverosímil, ¡pero es que es alegórico! La cuarta bestia en aparecer sería el poeta latino Virgilio, que me llevaría de la manita al Infierno. Allí vería cosas terribles pero fascinantes: pecadores de todo tipo recibiendo el justo castigo por sus vilezas; o sea, cosas interesantes, como te gusta a ti decir. Por ejemplo, los suicidas estarían en el séptimo círculo transformados en árboles y las harpías del Infierno los torturarían; en cambio, los proxenetas y los seductores marcharían en filas golpeados por los demonios del octavo círculo. Bueno, quizá tendría que mejorar un poco las torturas, no sé. En fin, yo sería como un turista, sacando fotos a cada círculo o nivel del Infierno. Esta sería la primera parte del poema narrativo. ¿Qué te parece? He pensado que, si tuviera éxito, podría escribir una trilogía: después del Infierno, podría visitar el Purgatorio y finalmente el Paraíso.

Honoriusz meditó un rato sobre el resumen que acababa de hacerle. Tomó el último sorbo de su compota como quien apura un güisqui.

—Gienek, ya te he dicho que no siempre tienes que ser tú el protagonista. A menudo nuestras vidas son grises y aburridas: normales. A nadie le interesa la vida que puedas llevar, por mucho que vivas en Polonia. Y no basta con colorearla, ni mucho ni poco: ni con testigos de Jehová ni con una temporada en el Infierno acompañado de Virgilio. ¿Y cómo se te ocurre escribir una historia tan aburrida, con tan poca salsa? ¿Cuál es el motor de la historia? ¿Por qué vas al Infierno? Y ¿a quién puede interesarle tu experiencia allá abajo? Si te faltan imaginación o ideas, puedo contarte mi historia: dónde y cuándo nací, quiénes eran mis padres y mi familia, cómo fueron mis primeros años de vida y mi juventud, mis primeros tanteos amorosos, por qué decidí venir a Cracovia, cómo es hacerse pasar por sordomudo, cómo fundamos la Hermandad de los Apocrifílicos, cómo encontré el trabajo de guarda de seguridad en el gimnazjum, etc. ¿No te interesa? Bueno, tú veras. ¿Tienes una idea mejor? ¿Una última bala en la recámara? Venga, va, haz un último intento, exprímete del todo la sesera: seguro que aún te queda un interesante relato que quieres escribir y que no protagonizas tú.

—Pues sí. Tengo una historia que me gustaría escribir e incluso intentar publicar en papel. Creo que será un auténtico boom. Aún no le he hablado a nadie del argumento, ni a mi novia ni a mis amigos más cercanos. Espero que no se lo cuentes a nadie. Es una obra bastante larga, en prosa; probablemente me lleve unos cuantos años escribirla. Una novela de lo más posmoderna, vanguardista, rupturista. Es una novela histórica, ambientada en la España del Siglo de Oro, pero sin dar una importancia excesiva a la recreación histórica. Además, combina diferentes géneros: novela de aventuras, novela paródica, novela total, novela metaficcional, novela realista, novela polifónica, etc. El protagonista es un hidalgo venido a menos que de tanto leer novelas de caballerías se le seca el cerebro y se cree él mismo un caballero andante. ¡Imagínate: un caballero andante en pleno siglo XVI! El pobre loco se vestiría como un caballero, tomaría su viejo caballo y convertiría a un vecino en su escudero y, ¡ale!, a desfacer entuertos por Castilla. Por supuesto, sería un idealista radical y causaría más problemas de los que solucionaría. Así, salvaría a un mozo de los azotes de su amo, haciéndole prometer a este que dejaría de maltratarlo; pero, cuando el caballero y su escudero se alejaran, el amo redoblaría la dureza de su castigo. También liberaría a unos prisioneros condenados a galeras porque Dios nos ha hecho a todos libres y el hombre no tiene derecho a condenar a nadie a la esclavitud. ¿Qué ocurrencia, eh? ¡Qué crítica a nuestra hipócrita sociedad! Como ves, el pobre caballero estaría verdaderamente tarado, llegaría incluso a tener visiones. Por ejemplo, su desbocada imaginación le haría creer que unos molinos de viento eran en realidad unos gigantes, por lo que cargaría contra ellos para acabar maltrecho y por los suelos. Para parodiar el amor cortés, este pobre diablo tendría una enamorada: una bella y noble mujer que en verdad sería una fea y pobre labradora. ¿Qué te parece, Honoriusz? Sería una novela de lo más barroca, es decir, de lo más posmoderna. Una idea un poco arriesgada y compleja, pero creo que puede triunfar y gustarles por igual a jóvenes y mayores. ¿Qué me dices?

—Ay, Gienek, Gienek. Está claro que has leído demasiadas falsas reseñas. Aunque esta novela pudiera ser escrita, nadie la leería. Mejor sigue contando tus aventurillas cracovianas.

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