viernes, 21 de octubre de 2016

Sobre 'La España vacía' de Sergio del Molino

"Españolito que vienes
al mundo te guarde Dios.
Una de las dos Españas
ha de helarte el corazón."

Antonio Machado


El mito de las dos Españas está en el ADN español; la sangre que late en el corazón de cada españolito será de uno de los dos colores disponibles o no será. Por un lado, está la España tradicionalista, conservadora, religiosa y nacionalista, más cercana al Siglo de Oro que al XXI. Por otro, la España moderna, liberal, plurinacional, demócrata y, por qué no, republicana, comunista, socialista o anarquista. Curiosamente, ninguna de las dos Españas tiene nombre; el segundo y último elemento que comparten es el odio a la otra España, el famoso cainismo español cantado por Antonio Machado. Hasta hace poco, uno podía simplificarlo todo en la siguiente ecuación política: la primera España es el PP y la segunda, el PSOE. Y si a uno no le importaba meter un poco más el dedo en la llaga, también podía reducirse a los dos bandos de la Guerra Civil.

Pero el 15-M, el relevo generacional, la crisis económica, la Unión Europea y quién sabe qué otros factores están desmontando el relato, están desmitificando las dos Españas. En nuestra España ya no hay solo dos Españas, las dos Españas de Machado, dicen los defensores de la tesis. La situación política les da la razón: se ha jodido la ecuación del bipartidismo. ¿Se está reconfigurando el mito de las dos Españas en dos nuevas Españas: los partidos de la Transición versus los partidos post 15-M? ¿O hay ahora tantas Españas como partidos políticos? Pues no lo sé, pero parece que las Españas solo logran estar de acuerdo en no estar de acuerdo. El cainismo sobrevive a la caída del mito: sean cuales sean las Españas actuales, una de ellas ha de helarte el corazón.

El mundillo literario también se está haciendo eco del resquebrajamiento del mito. Juan Soto Ivars acaba de publicar el sintomático ensayo Un abuelo rojo y un abuelo facha: manifiesto contra el mito de las dos Españas. Pero yo he venido aquí a hablar de otro ensayo, igual de sintomático.

* * *

En La España vacía, Sergio del Molino presenta una tesis muy interesante y fructífera: hay dos Españas, sí, pero no son las dos Españas que nosotros creemos. Por un lado, está la España vacía, es decir, la España del interior, despoblada y tradicional, invisible u olvidada; Del Molino la circunscribe a la Meseta Central: las dos Castillas, Extremadura, Aragón, La Rioja y la Comunidad de Madrid, excepto la capital, claro. Por otro lado, la España llena, es decir, la España con salida al mar y a Europa, muy poblada y moderna, protagonista indiscutible de la historia porque es quien la escribe. El mapa de las dos Españas de Sergio del Molino quedaría así:


La España vacía y la llena "parecen países extranjeros el uno del otro", pero "la España urbana no se entiende sin la vacía". A partir de esta tesis, Del Molino desarrolla un ensayo muy ameno y fructífero; se nota que es novelista y periodista, ya que su prosa es envidiablemente seductora y a la vez comunicativa, sin caer en la falta ni el exceso de estilo. En seguida nos convence de que las diferencias extremas entre la ciudad y el campo hacen de España un país diferente de Francia, Alemania, Italia y demás, confirmando que Spain is, one more time, different. También nos cuenta que el origen del mito de la España vacía y la llena, el acontecimiento que vaciará una y llenará la otra, no es la Guerra Civil sino los años sesenta y setenta, es decir, la época de las grandes migraciones del campo a la ciudad. Son los días del Gran Trauma, según lo bautiza Del Molino.

Aunque La España vacía está muy bien documentada, los datos no entorpecen la lectura; de hecho, la fuente principal de las reflexiones del autor son las producciones culturales y su propia experiencia como periodista. Las referencias al cine y a la literatura, pero también a las series y la música, sirven de ejemplo para ilustrar sus ideas: Las Hurdes, tierra sin pan de Luis Buñuel es el paradigma de los salvajes abandonados; las películas de Paco Martínez Soria y las novelas de Juan Marsé y Francisco Candel retratan la dura vida de los inmigrantes en la gran ciudad; las letras de Obús expresan el inconformismo y el orgullo de los jóvenes del extrarradio (los inmigrantes de segunda generación). La España vacía ha llenado mi lista de lecturas pendientes: solo por eso ya es una lectura satisfactoria.

Sin embargo, el éxito del libro radica también en sus agudas interpretaciones sociopolíticas y culturales. Por ejemplo, el fantástico análisis que hace del carlismo: este movimiento fue el único que surgió realmente de la España vacía para cederle el turno de palabra; el resto del tiempo, la España llena ha creado el discurso de la España vacía, ha hablado por ella incluso cuando ha intentado escucharla (las circunscripciones electorales, esa espada de doble filo). Como diría Gayatri Spivak, el subalterno no puede hablar. También me ha fascinado su explicación de las imitaciones de Joaquín Reyes en La Hora Chanante: aplicar el habla manchega, el habla de la España vacía, a personajes famosos no es sino una subversión del lenguaje estándar, el lenguaje de la España llena. Bill Gates, Chimo Bayo, Chuck Norris, David Hasselhoff, Cyndi Lauper y otros hablando como gañanes nos hacen reír porque, en el fondo, se trata de un acto reivindicativo. ¿Y si el español gañán fuera la norma?

En alguna ocasión, puede que Del Molino caiga en el horror vacui hispanicus, latinajo que, por qué no, significa "interpretarlo todo según la tesis de la España vacía" o "reducirlo todo al binomio campo-ciudad". Por ejemplo, cuando dice que el público urbano disfrutó del realismo mágico de Cien años de soledad a causa del imaginario rural de la novela: "El realismo mágico, en el fondo, no es más que la sublimación mitológica de un imaginario rural evocado desde grandes ciudades para un público urbano que está viviendo una gran transformación". Pero en la mayoría de ocasiones me ha dado la sensación de que la aplicación del concepto de la España vacía es muy pertinente. Especialmente cuando habla de los charnegos de Barcelona, tanto la primera hornada, en la cual aún pesa la vergüenza de los orígenes (Marsé, Candel), como la segunda, mucho más orgullosa de las raíces (Francisco Casavella, Javier Pérez Andújar). Solo me ha faltado que respondiera a esta pregunta: ¿por qué los inmigrantes de Madrid no generaron una producción literaria tan interesante como los de Barcelona? ¿Será porque el conflicto de los charnegos es a la vez de clase y de identidad nacional?

Con La España vacía se goza mucho y se aprende más. ¿Podemos pedirle otra cosa a un ensayo? Pues en este caso también se puede decir que es una obra pertinente, lo que explica su éxito: no solo tiene voluntad generacional, sino que además trata de sustituir el belicoso, obsoleto y dañino mito de las dos Españas. Porque por desgracia el relato que se suponía que iba a acabar con la animadversión mutua de las dos Españas, el mito de la reconciliación de las dos Españas, nacido durante la Transición y con ecos recientes en Soldados de Salamina y más antiguos en Manuel Chaves Nogales, está tocado de muerte. Estos días nadie se cree lo de El abrazo de Juan Genovés; el cainismo sigue en plena forma, aunque los que se odian sean otros. La herida histórica que partía por la mitad España —desde las guerras carlistas hasta la Guerra Civil y el franquismo— no acaba de cicatrizar nunca. Así que quizás sea bueno prestarles atención a las secuelas de otro trauma: el Gran Trauma de la emigración que nos propone Del Molino. Porque solo un mito puede acallar otro mito.

lunes, 10 de octubre de 2016

Folletines veraniegos online (2/2)

Es lunes, el cielo de Cracovia está gris asfalto y el termómetro marca 8ºC. Es el momento ideal para una segunda dosis de nostalgia veraniega literaria.

Este julio, Antonio Muñoz Molina empezaba un artículo diciendo que "El verano es la estación de las novelas". O sea, que es más optimista que Javier Marías en cuanto a leer durante las vacaciones. En el artículo, Muñoz Molina reseña una novela de Thomas Bernhard (Extinción) que por casualidad leyó en el mismo hotel en que el escritor austriaco se había hospedado alguna vez. Y quizás Bernhard también la escribió allí, fantasea el novelista de Úbeda, coincidiendo los dos en la ficción y en el espacio, aunque no en el tiempo. Además de esta coincidencia, Muñoz Molina reflexiona sobre escribir y leer novelas simultáneamente: "Cuando se está escribiendo una novela es raro que se lea al mismo tiempo alguna de gran calado, porque cada una de esas dos tareas, escribir novelas y leerlas, requiere una dedicación casi idéntica, una entrega incondicional y duradera". Según él, las "fuerzas de la imaginación" necesarias tanto para escribir como para leer una novela no se pueden repartir entre las dos labores.

No le falta razón a Muñoz Molina. Por suerte, este verano yo me emperré y repartí mi imaginación entre las dos actividades, a mi modo de ver no excluyentes sino complementarias. Escribí mi primera novela, Mateorías, que estos días estoy releyendo y remendando, y pude leer bastantes más, aunque quizás no eran "de gran calado". Entre otras, Mauricio o las elecciones primarias de Eduardo Mendoza, Cómo se hizo La guerra de los zombis de Aleksandar Hemon, Jambalaya de Albert Forns, la tercera parte de El día del Watusi de Francisco Casavella y As If I Am Not There de Slavenka Drakulić.

Efectivamente, el verano es la estación de las novelas. Pero también de los folletines, incluso los publicados en internet. He aquí la segunda parte de la lista de folletines veraniegos online, en la que, por cierto, echo de menos a alguna mujer. ¿Ninguna publicó nada en verano o yo no las supe encontrar?

* * *

"Por no quedarse en casa" de Patricio Pron

En esta serie de cinco ensayos literarios, Patricio Pron explora las biografías de cinco escritores durante sus respectivas y singulares vacaciones. El mismo Pron nos explica que el título, muy adecuado, viene de un aforismo de Pascal: "la mayoría de los males les vienen a los hombres por no quedarse en casa". En la primera semblanza, descubrimos que el excéntrico Raymond Roussel viajaba sin ver, como diría Andrés Neuman; es decir, sin salir nunca de su camarote. En la segunda, aprendemos que Elizabeth Bishop casi murió en Brasil por una reacción alérgica. Y todavía nos quedan otros tres autores para disfrutar de la fantástica prosa ensayística de Pron: Vladimir Nabokov, Flannery O'Connor y F. Scott Fitzgerald.


"García contra la España zombi" de Guillem Martínez

García contra la España zombi es el único folletín clásico de entre todos los folletines veraniegos online, pero tampoco es muy clásico. Se trata de una novela por entregas ambientada en el tórrido verano de Madrid, este verano de 2016, protagonizada por García, un periodista de poca monta que debe ir a la calle Ferraz (ahora tan popular) a tomar nota de las declaraciones de Pedro Sánchez (entonces todavía secretario general del PSOE). Como el título indica, estamos ante una novela de zombis: en una pantalla de plasma, García y el Capitán Estadella, una leyenda del periodismo patrio, ven cómo tres zombis se devoran mutuamente. Son Edu Madina, Pedro Sánchez y Susana Díaz. Una pelea de zombis que se lee de manera diferente ahora, después de la escabechina de Ferraz. Aunque no sea una novela "de gran calado", Guillem Martínez logra escribir 25 capítulos muy solventes, con mucho humor, zombis y sátira política. Cuando en el futuro alguien relea García contra la España zombi, no encontrará una España mucho más esperpéntica que la real.


"Focos de agosto" de Joaquín Reyes

Este relato largo de Joaquín Reyes, dividido en seis capítulos, está protagonizado por Emilio Escribano, cómico. Aunque no se trata de una autoficción, tan de moda entre los humoristas (Curb Your Enthusiasm de Larry David, Louie de Louie C. K. o El fin de la comedia de Ignatius Farray), está claro que Emilio Escribano es el alter ego de Joaquín Reyes: es un cómico manchego con humor manchego, o sea, chanante. Por desgracia, estamos frente a un texto y no un vídeo: sin la voz de Joaquín Reyes, el texto queda un poco cojo. A pesar de todo, el texto aguanta la lectura veraniega y las aventuras de Escribano y de su agente, que le ha encontrado un papel en una película, logran sacarle unas cuantas risas al lector.

martes, 4 de octubre de 2016

Folletines veraniegos online (1)

Todos estamos de acuerdo: las lecturas son para el verano. Durante el invierno las vamos acumulando en la mesilla, como también almacenamos chichas y lorzas en el vientre, y luego en verano las consumimos, o al menos lo intentamos. Especialmente las novelas, el género literario más extenso, rico en grasas y pausado y que, por eso, más se amolda a priori al tempo veraniego. Si tenemos vacaciones, podemos leer en el tren, en el avión y allá donde vayamos; si no, el ritmo de trabajo de julio y agosto se relaja hasta hacerles sitio a unas cuantas lecturas.

Pues en un artículo publicado a finales de este julio, Javier Marías decía que no: "En agosto consigo acabar dos o tres obras, si no son demasiado extensas". ¿Cómo es posible que Marías solo lea tres novelas en treinta días? El escritor madrileño opinaba que precisamente en verano se leía menos porque las vacaciones son cortas y ajetreadas, así que el tiempo libre del que disponemos lo acabamos empleando en cualquier otra actividad. A no ser que seamos muy pertinaces: "En vez de dejarnos invadir pasivamente por los libros, hemos de ser activos, y obstinados, y luchar por hacerles sitio contra todos los elementos".

No le falta razón a Marías. Por suerte, yo me empeciné y conseguí leer bastante; prueba de ello es que leí y reseñé una novela e hice lo mismo con uno y dos ensayos. Como en anteriores veranos, además de libros en papel leí mucho online: folletines o, más bien, series de artículos que componen una narración o un ensayo. Todos tienen en común la publicación por entregas en internet, por un lado, y un estilo y/o temática ligeros, óptimos para la lectura en el ordenador y en verano, por el otro.

He aquí mi lista de folletines veraniegos online.

* * *


"Destino Las Vegas" de Jordi Puntí

Más que una novela, "Destino Las Vegas" es un relato largo, y tampoco demasiado. Solo tiene cinco capítulos que se pueden leer sin problemas de una sentada. El argumento es sencillo: el narrador, el mismo Jordi Puntí, se reencuentra con Mike Franquesa, un peculiar conocido que le contará qué ha hecho los últimos años en Las Vegas. El estilo también es sencillo, y directo y ágil, a diferencia de la prosa más bien barroca de su novela Maletes perdudes. En resumen, nos encontramos con un relato autoficcional solvente y entretenido, 100% veraniego.


"Lectura y vida" de Juan José Millás

Recomendar a los jóvenes que lean es predicar en un desierto postnuclear, pero Juan José Millás se ha atrevido a hacerlo en "Lectura y vida", un ensayo dividido en seis entregas. Aunque, para ser más precisos, Millás nos recomienda que leamos a todos, seamos jóvenes, adultos o viejos. Sin embargo, el punto de partida son sus experiencias dando charlas en institutos para tratar de estimular la lectura de los adolescentes españoles. No dice nada nuevo: leer ayuda a comprender el mundo, a encontrar trabajo, a desarrollar el pensamiento crítico, etc. Sin duda, lo que merece la pena del texto son sus anécdotas y ejemplos, muy millasianos.


"Brexitraíl" de Miqui Otero

De nuevo, "Brexitraíl" no es una novela, y tampoco es un relato de ficción ni un ensayo. En este caso, es una crónica: un viaje por la Gran Bretaña post Brexit. A diferencia de la mayoría de folletines, la narración de Miqui Otero está relacionada con el presente. Sus divertidas andanzas nos llevan de Brighton a Tetbury, pasando por Gales y Liverpool, donde conocemos a personajes estrambóticos que votaron sí al Brexit y podrían haber salido de Miedo y asco en Las Vegas o de cualquier otro libro de periodismo gonzo. Las múltiples referencias a la cultura británica acaban de aderezar unas crónicas muy divertidas.

martes, 27 de septiembre de 2016

Examen final: pregón

Llevo un tiempo dándole vueltas a la idea de preparar un curso sobre literatura, cine y música de Barcelona. Lo impartiría yo mismo en Cracovia, aunque por ahora no es ni siquiera un proyecto: es la sombra de un proyecto en pañales, gimnasia mental con la que entretenerme. El curso tendría 15 sesiones y, aunque sería en español, también incluiría obras en catalán, y quizás en otras lenguas, traducidas al castellano para que los estudiantes pudieran entenderlas. Nos encontraríamos una vez a la semana y durante una hora y media comentaríamos un texto, una canción o una película que los alumnos habrían leído o visto previamente en su casa. La obra seleccionada estaría de algún modo relacionada con Barcelona: sucedería en la ciudad, hablaría de un problema barcelonés, tendría lugar en un periodo histórico determinado, presentaría a un personaje importante, etc.

El curso se adaptaría a las circunstancias: una clase semanal y alumnos no nativos. Por tanto, los textos usados no podrían ser demasiado largos, así que quedarían descartadas las novelas, a menos que fueran muy cortas o que solo leyéramos un fragmento; sin embargo, en vez de leer La ciudad de los prodigios de Eduardo Mendoza podríamos ver la adaptación cinematográfica de Mario Camus. Por otro lado, tampoco leeríamos obras muy difíciles o con un lenguaje demasiado complejo; es decir, nada de Juan o de Luis Goytisolo, nada de Francisco Casavella y mejor el último Juan Marsé que el primero. Finalmente, no obligaría a los estudiantes a digerir películas o relatos muy lentos o incomprensibles, puesto que no me gustaría que se aburrieran; desecharía, pues, a Albert Serra, aunque no sé si alguna de sus películas está relacionada con Barcelona.

Podría dedicarle una sesión a la Barcelona negra, ya que son muchos los autores del género policíaco (Manuel Vázquez Montalbán, Andreu Martín, Jordi Sierra i Fabra, Carlos Zanón, Alicia Giménez Bartlett...); eso sí, tendría que encontrar algún cuentito, porque las novelas estarían prohibidas. Otro día podríamos centrarnos en el relato corto en catalán (Pere Calders, Quim Monzó, Bel Olid, Empar Moliner, Carme Riera), aunque en este caso debería buscar un texto ambientado en Barcelona, quizás "La gran novel·la sobre Barcelona" de Sergi Pàmies o algo del Puja a casa de Jordi Nopca. Para variar un poco, leeríamos cómics: hablaríamos de la creación de TBO, del boom del cómic adulto a partir de los 70, de la línea chunga, de Makoki y de El Víbora, e incluso podríamos ver la película El gran Vázquez. Luego saltaríamos a la lírica sobre Barcelona y hay mucho donde elegir: desde las odas de Verdaguer y Maragall hasta los poemas de Roberto Bolaño y Joan Margarit, pasando por Jaime Gil de Biedma, Marta Pessarrodona y demás. En otra clase observaríamos la visión que de Barcelona tienen los creadores extranjeros (George Orwell, Colm Tóibín, Jean Genet); podríamos comparar dos películas (el turismo idealista en Vicky Cristina Barcelona versus la inmigración realista en Biutiful) o hablar del Erasmus en L'auberge espagnole o de la Guerra Civil en Land and Freedom. Más películas, pero patrias: una de terror (REC), de cine quinqui (Perros callejeros, Yo, «El Vaquilla»), de ciencia ficción apocalíptica (Los últimos días), el documental Ocaña, retrato intermitente, el Almodóvar de Todo sobre mi madre, etc. Para recordar a los charnegos y la inmigración de los sesenta, leeríamos algún fragmento de Los otros catalanes de Francisco Candel o algo de Juan Marsé. La Barcelona tardofranquista podríamos tratarla con la película de Salvador. El 11 de septiembre de 1714 estaría bien discutirlo con Victus de Albert Sánchez Piñol, pero es novela, así que habría que esperar a que hagan la película. Dedicaríamos un día a la música: la rumba catalana ("Gitana hechicera", "La rumba de Barcelona"), la "Barcelona" de Freddie Mercury y Montserrat Caballé, "Barcelona ciudad" de Loquillo y los Trogloditas, "Barcelona i jo" de Serrat, y otras de Manu Chao, Siniestro Total, La Banda Trapera del Río, etc.

Además, también me gustaría encontrar algún poema o relato de los integrantes del Boom latinoamericano, o de sus sucesores; pero que hable de los mismos escritores del Boom, de cómo vivieron en Barcelona García Márquez, Vargas Llosa y compañía. ¿Existirá algo así? Asimismo, querría buscar una obra de ficción sobre el catalanismo y/o el independentismo, sobre las tensiones España-Cataluña en el siglo XXI, los juegos de poder en la Generalitat, la experiencia de la gente normal, etc.; nada de ensayo o crónica, que existe en gran cantidad, tampoco sátiras baratas. ¿Habrá alguna novela o cuento más o menos decente por ahí?

Etcétera, etcétera. El mayor problema de organizar el hipotético curso no sería, pues, encontrar obras adecuadas a las circunstancias. El problema sería elegirlas, decidir cuáles usar y cuáles no. En eso estoy: decidiendo qué incluir y qué excluir.

De la interminable lista de novelas, cuentos, relatos, películas, poemas, documentales y canciones sobre Barcelona, solo estoy seguro de que incluiría una obra en mi curso, una sola obra. El último día del curso tendríamos un examen final, que en realidad sería un examen colaborativo, es decir, una clase como las demás. ¿Cuál sería, entonces, la última obra, la obra que condensaría todo lo aprendido en las catorce sesiones anteriores? El pregón de Javier Pérez Andújar para la Mercè de 2016.


En casa, los estudiantes habrían leído y escuchado las palabras de Pérez Andújar; alguno quizás se habría enterado de la polémica que el verano de 2016 rodeó al pregonero. Yo, como buen profesor, les habría advertido de la dificultad de interpretación, ya que el texto está cargado de sobrentendidos de la cultura popular y local barcelonesa (especialmente de la generación de mis padres, para complicarlo aún más). También les habría pedido a los estudiantes que leyeran el texto un par de veces y que googlearan todo cuanto les oliera a alusión o referencia.

Luego, en clase, trataríamos de diferenciar lo que es una cita, una referencia, una alusión, una paráfrasis, etc., porque el pregón de Pérez Andújar es un modelo de lo que Gérard Genette definió como literatura en segundo grado. También discutiríamos cuál es la estructura del texto: una mera lista. La lista es la forma literaria más básica; escribir listas es de pobres, diría Pérez Andújar. En su Facebook, el escritor de San Adrián del Besós dijo que su referente o inspiración (o hipotexto, Genette dixit) había sido Aullido de Allen Ginsberg, pero en clase comentaríamos si estamos de acuerdo o no con el autor.

Después anotaríamos en la pizarra las obras y artistas que habríamos encontrado en el pregón: si entre todos tuviéramos más del 50% de las referencias del texto-lista de Pérez Andújar, estaríamos aprobados; si no, también. A continuación les preguntaría a los estudiantes si el ejercicio de nostalgia extrema de Pérez Andújar también los conmueve a ellos, que no son de Barcelona y no pertenecen a su generación: si contestaran que sí, estarían aprobados; si no, también.

Para acabar, proyectaría todas las imágenes de obras y artistas mencionados o escondidos en el pregón: la portada de La plaça del Diamant y de la revista El Papus, una viñeta de El Capitán Trueno, una foto de Manolo Escobar, etc. Por mucho que le pusiera una música épica de fondo, por mucho que uno no sea de Barcelona ni de la generación de mis padres, la lectura del pregón es más emotiva que la sucesión de imágenes.

Palabras 1, imágenes 0.

miércoles, 21 de septiembre de 2016

Mateorías (y 27)

(Aquí se podía leer el capítulo 27 de la novela Mateorías de Guillem González. ¡Por fin! ¡Se acabó! The end!)

viernes, 16 de septiembre de 2016

Mateorías (26)

(Aquí se podía leer el capítulo 26 de la novela Mateorías de Guillem González. Otro de fotos, postales, litertura...)

domingo, 11 de septiembre de 2016

Mateorías (25)

(Aquí se podía leer el capítulo 25 de la novela Mateorías de Guillem González. ¿Pero esto no se acababa ya?)

miércoles, 7 de septiembre de 2016

Tiempo de más 'Ministerio'

Últimamente se ha vuelto a hablar mucho de El Ministerio del Tiempo (MdT), aunque no por el motivo que a mí me gustaría. El debate lo ha causado el tráiler de Timeless, una serie estadounidense aún no estrenada y ya controvertida (y denunciada) porque supuestamente plagia el MdT. La verdad es que no me importa mucho si el plagio es real o no, pero quizás sería bueno que nos esperáramos a ver la serie antes de juzgar.

Sin embargo, que una productora americana muestre interés por la serie es, para mí, sintomático de su valor comercial y de su calidad. Por eso, creo que la mejor respuesta a la polémica sería confirmar una tercera temporada del MdT. Que plagien otros, que diría Unamuno.

Pero si este argumento no es bastante convincente, tengo otros. ¿Por qué hay que renovar El Ministerio del Tiempo?


Porque es una buena serie para todos

Es famosa en el mundillo de las series la expresión de David Simon "fuck the casual viewer", que se joda el espectador ocasional. La idea detrás de estas cuatro palabras es que las series deberían ser tan exigentes como (algunas) novelas y películas, no siempre fáciles de digerir para el "espectador ocasional". Las creaciones de David Simon son un buen modelo de su tesis: The Wire y Treme suelen resultar demasiado lentas, detallistas y complejas para el público habituado solamente a ver, por ejemplo, Friends y La que se avecina.

Sin embargo, El Ministerio del Tiempo consigue mantener el equilibrio entre exigencia y calidad, demostrando que es posible reconciliar al espectador ocasional con el más riguroso. De hecho, se trata de una serie para toda la familia, porque su humor, su trama y sus referencias harán disfrutar a los más jóvenes y a los mayores, a los amantes de la alta y a los de la baja cultura; a unos les gustarán los chistes de malentendidos temporales, a otros las referencias históricas y políticas, a otros el ingrediente fantástico o el toque detectivesco. El MdT se adapta a casi todos los espectadores, a diferencia de series como Cuéntame, Médico de familia o Los Serrano, que ponen un único listón a la altura del espectador ocasional, mientras que The Americans, In Treatment o Show me a Hero lo suben para el espectador riguroso.


Porque instruye deleitando

La famosa máxima horaciana "instruir deleitando" se puede aplicar a todo tipo de ficción, porque tan importante es educar al lector o espectador como entretenerlo. Para mí, el equilibrio entre estos dos elementos es crucial. Me invento una teoría (que probablemente ya hayan inventado antes): el desequilibrio entre instruir y deleitar genera dos tipos de obras diferentes en su planteamiento pero igualmente fallidas. Si, por un lado, nos pasamos educando, nos saldrá una novela de tesis, un documental o un panfleto político; si, por el otro, solo entretenemos, tendremos un folletín, una telenovela o una película amorosa o de acción hollywoodense.

Cuando oí hablar del MdT, pensé que pertenecería al primer grupo, que sería un Érase una vez... el cuerpo humano sobre historia española. Al empezar a verla en seguida descubrí que, por suerte, la divulgación histórica no es lo único que ofrece. El MdT logra dorar la píldora con una trama interesante, unos personajes bien construidos y un mensaje bastante profundo: ¿por qué ayudar a las grandes figuras históricas y no a la gente normal? (De lo cual se puede deducir: ¿quién construye los relatos históricos nacionales y con qué fines?)

Gracias al MdT, en los medios de comunicación y sobre todo en las redes sociales se dio visibilidad a Cervantes y Lope de Vega, Felipe II, Franco y Hitler, Napoleón, Torquemada, etc. Pero también se mencionó a otras figuras menos conocidas, como el Empecinado y las Sinsombrero. Asimismo, el MdT fue capaz de tratar temas históricos un poco complejos; por ejemplo, las diferencias entre mito y realidad en la figura del Cid.

Por otro lado, como profesor de español para extranjeros en Cracovia, la serie me ha resultado una herramienta muy útil (en España algunos profesores también han utilizado la serie con fines didácticos). En los niveles más avanzados, comentamos los capítulos durante los últimos 20 minutos de clase. Mis alumnos no necesariamente tienen formación humanística, pero esto no impide que las charlas sean muy interesantes: discutimos la verosimilitud de los personajes, la evolución del patrón de los capítulos en la segunda temporada, las referencias y alusiones, los géneros predominantes en cada episodio, etc. Con un grupo incluso comentamos "Lo mejor y lo peor de El Ministerio del Tiempo", un fantástico —y nada fácil de leer— artículo sobre la serie. A menudo, les propongo a los estudiantes que preparen un capítulo, es decir, que presenten el momento histórico al que se viaja, que traten de aislar los diferentes hilos argumentales y los conflictos de los personajes, que les hagan preguntas a sus compañeros, etc. Aunque no se lo pedí, algunos incluso hicieron presentaciones con el ordenador, organizaron miniconcursos, crearon sopas de letras y otros pasatiempos para comprobar los conocimientos ministéricos de sus compañeros de clase.

Esto viene a decir que, en general, a todos mis alumnos polacos les gusta el MdT, porque aprenden sobre España y se entretienen. Son sus palabras, no las mías ni las de Horacio.


Porque normaliza el feminismo

La derecha más reaccionaria ha conseguido convencer a mucha gente de que el feminismo es innecesario en nuestros días. Se usan diferentes argumentos para atacarlo ("la igualdad entre hombres y mujeres es total", "el feminismo no es una prioridad") o simplemente se malentiende: la ignorancia es el mejor argumento. Un profesor solía decirnos que si una mujer no es feminista, es una ignorante; si un hombre no es feminista, también es un cabrón. En cualquier caso, feminista es hoy en día una palabra desprestigiada, que por desgracia la gente no quiere usar y mucho menos etiquetarse con ella.

Varios personajes del MdT han hecho mucho por visibilizar la lucha feminista, tan importante estos días. Para empezar Amelia, una mujer guapa e inteligente, pero definida sobre todo a partir del segundo adjetivo (es ella quien informa a la patrulla y al espectador de todo lo que necesita saber de historia); por suerte, no solo se define por su comportamiento feminista: no es un personaje para nada plano. El otro embajador del feminismo es Julián, porque nos recuerda que el hombre tiene un papel tan importante como la mujer en la lucha por la igualdad de género.

El choque cultural entre cualquier personaje del pasado y Amelia produce chispas feministas constantemente, demostrando cuán agotador es ser una mujer que ejerce sus derechos. Y no solo Alonso de Entrerríos (siglo XVI) tiene problemas para entender por qué una mujer puede darle órdenes: el MdT nos dice que no hay que cruzar una puerta temporal para darse cuenta de la necesidad del feminismo.

El último capítulo de la segunda temporada, "Cambio de tiempo", es brillante, porque muestra cómo sería un mundo sin las conquistas del feminismo; se trata de una ucronía distópica, un siglo XXI gobernado por Felipe II, un fascismo que recuerda al de 1984. Las escenas en que Julián y Alonso se dan cuenta de que no les gustan las nuevas versiones de sus esposas —demasiado sumisas, meras esclavas— abren los ojos. Es mejor amar a un igual que a un inferior.

No obstante, creo recordar que la palabra feminismo casi no se pronuncia en la serie, a pesar de que hay actuaciones y discursos feministas. Sería genial que el MdT hiciera aún más por normalizar el feminismo usando la palabra, hay que desdemonizarla.


Porque habla de nuestros días

Me gusta la ficción histórica, pero prefiero las obras ambientadas en el presente; supongo que es porque creo que es más difícil reproducir la actualidad que el pasado y porque, bueno, vivo en esta época y me identifico con ella. Por eso agradezco que en el MdT se hable de la crisis económica y de los desahucios, pero también que todos usen smartphones, que consulten la Wikipedia e incluso que haya un personaje secundario que sea youtuber.

En cuanto al uso de las nuevas tecnologías, el MdT utiliza diferentes canales (Twitter y otros) para llegar a los espectadores y comunicarse con ellos; de hecho, es fantástico que su creador, Javier Olivares, esté bastante implicado y preste atención a los comentarios, no siempre constructivos. Pero también se han creado contenidos secundarios para satisfacer a los fans más exigentes, aunque su calidad baja respecto a la serie; hablo de los spin off de Julián en podcast ("Tiempo de valientes") y de Angustias en vídeo ("Tiempo de confesiones"). Gracias a esta implicación en las redes sociales, una semana después de que terminara la segunda temporada los ministéricos crearon su propio episodio del MdT ("Tiempo de chupitos"): en Twitter comentaron un capítulo como cada lunes, con la diferencia de que esta vez era un capítulo imaginado por cada usuario.

Con todo, la serie puede mejorar su aparato crítico, volverse más criticona todavía. ¿Por qué no dedicar un capítulo a la burbuja inmobiliaria, a un caso concreto de corrupción o a las fosas comunes de la Guerra Civil, eternamente inexhumables? Está bien que los personajes comenten que nuestros políticos son unos bandarras, pero sería mucho mejor que señalaran con más precisión. Por otro lado, hasta ahora se ha evitado uno de los temas más problemáticos de la actualidad: la independencia de Cataluña. ¿Por qué no dedicar un capítulo a 1714 o a la censura franquista en Cataluña? En este sentido, Amelia podría dar mucho juego si su identidad reflejara más y mejor que pertenece a la burguesía barcelonesa. Y ya puestos a pedir, ¿por qué no habla en catalán con sus padres? Me parece lógico que en la televisión pública española no se utilice solo la lengua oficial, sino también las cooficiales. ¿Tanto le costaría al espectador español oír hablar en catalán y leer los subtítulos en español? En el MdT, los americanos hablan en inglés y los portugueses en portugués: ¿sería tan horrible introducir el catalán? Por desgracia, parece que en RTVE sí. Es una pena que no interese integrar todas las lenguas de España en el discurso oficial.


Porque devuelve la fe en las series españolas

Después de tantos años casposos, El Ministerio del Tiempo ha demostrado que en España también es posible producir series decentes. No he visto muchas, pero probablemente el MdT sea la mejor serie española. Y gracias al MdT les he dado una oportunidad a otras y he descubierto series magníficas: Ciudad-K, Crematorio, ¿Qué fue de Jorge Sanz?, etc. Espero que haya una tercera temporada para que siga dando ejemplo.

viernes, 2 de septiembre de 2016

Mateorías (24)

(Aquí se podía leer el capítulo 24 de la novela Mateorías de Guillem González. Por fin se despiden, Mateo y su amiguete, pero la despedida dura más que en El señor de los anillos.)

domingo, 28 de agosto de 2016

Sobre 'Jambalaya' de Albert Forns

A principios de agosto, encontré en una librería de Madrid una novela que me atrajo, primero, por el título y el prólogo de Sergi Pàmies y, luego, por la descripción de la contraportada: "Albert Forns indaga en los mecanismos de la autoficción y disecciona el proceso de escritura de un libro".

Hojeé Jambalaya y descubrí que el autor era catalán, que aquella era su segunda obra —después de Albert Serra (la novel·la, no el cineasta)— y que era muy autoficcional. Es decir, ideal para mí. Tras leer unos cuantos fragmentos, mi ego me jugó una mala pasada: creí que Jambalaya era la misma novela que yo estoy intentando escribir, Mateorías. Es autoficcional, sucede en otro país, tiene sentido del humor, internet y las nuevas tecnologías tienen un papel crucial, su protagonista es escritor...

Un sorprendido librero me confirmó que obviamente no la tenían en catalán, así que me la compré traducida al español. Me salté mi lista de lecturas pendientes y empecé a leerla. En seguida respiré aliviado: Jambalaya es bastante diferente de mis Mateorías, aún inacabadas.

Ahora puedo decir que es una novela fabulosa, quizás la autoficción definitiva.

* * *

Aunque Jambalaya (2016) de Albert Forns aspira a ser una novela sin argumento, tiene argumento: el protagonista quiere escribir su segunda novela por lo que, gracias a una beca, se va a una granja de artistas en Montauk, Nueva York, presidida por el famoso dramaturgo Edward Albee. Y ahí hace cualquier cosa menos escribir. Alrededor de esta premisa indispensable, Forns desarrolla una acción mínima y sitúa una brillante constelación de fragmentos narrativos y ensayísticos, pertinentes incluso cuando parecen digresiones de relleno.

Forns es muy consciente de que está recorriendo un terreno muy transitado ya (Javier Cercas, Emmanuel Carrère, Enrique Vila-Matas...), por eso dota a su protagonista de tanta autoconsciencia como es posible en la literatura. Duda, describe lo que ve y siente en Montauk, cita los libros que lee así como los mensajes romanticones que le manda a su novia, pero, lo más importante, sabe que es un escritor escribiendo sobre escribir y que no es el primero en hacerlo, ni mucho menos. Para el lector, la voz del narrador se asemeja tanto a la del autor que su realismo es abrumador. ¿Es auténtica? Probablemente no, pero lo parece, y eso es suficiente.

Sin embargo, la voz del narrador no basta para justificar la frescura de Jambalaya: también es clave la forma de la novela, que parece muy natural pero es producto de un trabajo enorme. No me refiero solo a la prosa, tan cristalina y variada que nunca cansa; hablo sobre todo de la estructura de la novela, aparentemente más sencilla de lo que es. Con el pretexto de su estancia en Montauk, en cada capítulo el narrador desarrolla diversos temas de diferentes maneras. Es, pues, una novela collage.

A través de los descacharrantes diálogos con los otros escritores de Montauk, se habla del proceso de escritura y de la autoficción; en cambio, en las escenas casi surrealistas que tienen lugar en las visitas al pueblo, los asuntos son, por ejemplo, el hiperconsumismo de la sociedad estadounidense y su consecuente obesidad. También encontramos listas, aforismos, cartas, encuestas, etc., y los temas van cambiando como si zapeáramos los canales de la tele (los hipsters, la vida auténtica) o abriéramos multitud de pestañas en el navegador (las contradicciones de la sociedad, la vejez). Además, el narrador reflexiona y desarrolla estos materiales, unas veces por sí mismo y muchas recurriendo a otras fuentes: Wikipedia, internet en general y los libros que lee. De hecho, se agradece la falta de complejos de Forns, que desnuda aún más a su personaje citando gran cantidad de bibliografía.

Y aquí es cuando el lector puede malinterpretar que Jambalaya es una mezcla sin sentido de diálogos, escenas, ensayos, citas ajenas y todo lo que se le ha ocurrido meter a Forns en su texto. Pero tres leitmotivs de la novela desarman este argumento. En primer lugar, la jambalaya, un plato cajún con arroz preparado por uno de los personajes y que, como la paella valenciana, armoniza ingredientes muy diferentes. En segundo lugar, la masturbación, como práctica compulsiva, como tema de reflexión y como símbolo de la cultura occidental contemporánea (de nuevo, el protagonista se desnuda, y esta vez por partida doble: al masturbarse y al hablar de ello). Por último, el ego: todo se construye alrededor del yo del autor.

Otros dirán que Jambalaya es banal, pero es tan banal como la sociedad contemporánea. Banalidad, mezcolanza, onanismo y egocentrismo: ¿os suena? Son ingredientes esenciales de nuestros tiempos, presentes también en la novela de Albert Forns.

sábado, 27 de agosto de 2016

Mateorías (23)

(Aquí se podía leer el capítulo 23 de la novela Mateorías de Guillem González. Otra confesión amarga mientras bebían infusiones amargas.)

martes, 23 de agosto de 2016

Mateorías (22)

(Aquí se podía leer el capítulo 22 de la novela Mateorías de Guillem González. Uno más en el que se hablaba de literatura: ¡qué tío pesado, el autor! ¡Anda y vete a escribir un libro, si tanto te gustan los libros!)

domingo, 21 de agosto de 2016

Sobre 'Paseos con mi madre' de Javier Pérez Andújar

Siempre que hablábamos de novelas de Barcelona, la bibliotecaria del Instituto Cervantes de Cracovia me recomendaba Paseos con mi madre (2011) de Javier Pérez Andújar, un escritor de San Adrián del Besós. Pero yo seguía posponiendo su lectura: ¿cómo iba a leer, ay mi madre, un libro con un título tan feo? Al final la bibliotecaria me convenció porque me envió "Mendoza en Cracovia", una crónica de Pérez Andújar sobre la visita de Eduardo Mendoza a la biblioteca del Cervantes de Cracovia. La primera frase ya me persuadió de leer más: "Hace unos días me fui del bloque en el que vivo al bloque del Este, donde ya no vive nadie, y acabé en Polonia".

En la otra punta de Europa, en la Universidad de Almería, mi amigo Luis conoció para mi envidia a Antonio Orejudo, uno de mis escritores españoles favoritos. El destino quiso que Orejudo le recomendara a Luis el mismo libro de Pérez Andújar, quiero pensar que al mismo tiempo que me lo recomendaban a mí.

Cuando hablamos de su encuentro con la emoción de dos groupies y Luis me iba desgranando lo que Orejudo le había contado, supe que tenía que proponerle que leyéramos el libro y luego lo comentáramos juntos: él desde Granada, donde entonces vivía, y yo en Cracovia, donde sigo viviendo. El día acordado llegó y ambos nos conectamos a Skype para charlar de Paseos con mi madre. Quedaba inaugurado nuestro club de lectura internacional. A pesar del calor veraniego y de las interrupciones de los ruidosos trenes que pasan frente a mi ventana (Luis nos comparó con "las llamadas de Gila"), fue una conferencia muy fructífera. Tanto, que Luis escribió una reseña del libro en su blog y yo, ahora, otra.

* * *

En Paseos con mi madre, Javier Pérez Andújar solo pasea con su madre en el primer capítulo, aunque este paseo sirve de pretexto para desatarle la memoria y el ensayo al autor y para que el lector lo acompañe. Como casi todas las obras de Francisco Umbral y como The Book of My Lives de Aleksandar Hemon (que acabo de reseñar), Paseos con mi madre combina el recuerdo y la reflexión para fraguar la propia identidad. Los paseos los da Pérez Andújar por sí mismo: pasea por su infancia, por sus ciudades y por sus barrios y por sus bloques, por su desarraigo, por sus gustos literarios y musicales, por sus trabajos, por sus amigos, por sus lenguas, por sus padres.

A pesar de lo que diga la WikipediaPaseos con mi madre no es una novela: es el libro que Umbral habría escrito si hubiera nacido en San Adrián del Besós en 1965. Y Umbral no escribía novelas ni cuando escribía novelas. La escritura de Umbral es siempre 100% ensayística: mediaciones sobre sí mismo y sobre el mundo para entenderse a sí y al mundo, es decir, para construirse como persona y personaje. Y la escritura de Umbral también es siempre 100% poética, muy consciente de la palabra usada y muy dada a manosearla, a ensayar también con ella.

Sin embargo, limitarse a equipararlo con Umbral es quedarse corto, porque Pérez Andújar no es un imitador, en todo caso es un discípulo. Como su maestro, el discípulo disecciona por escrito su desarraigo; en cuanto al estilo, reduce el porcentaje de poeticidad al, digamos, 75%, y aumenta la proporción de lenguaje callejero, con lo cual la prosa del discípulo, más contenida, supera en agilidad y legibilidad a la del maestro (para mi gusto, claro).

Pero Umbral no es el único maestro de Pérez Andújar, otros maestros también aparecen en Paseos con mi madre, porque la identidad se forja combinando ejemplos y modelos. Y aunque él parece rechazarlo, creo ver en la figura de Juan Marsé a su segundo maestro (paradójicamente, fue Marsé quien acuñó el sintagma "prosa sonajero" para atacar a Umbral). En esta cita, se encuentran las filias y las fobias de Pérez Andújar:
"Es en el Guinardó donde transcurren la mayoría de las novelas de Juan Marsé, autor al que copiaré menos que a Umbral, quizá por mi incapacidad de ser de Barcelona. Y sin embargo, si pudiese formar parte de la ciudad quisiera hacerlo precisamente a la manera de Marsé, desde mi barrio, poniendo las películas del Oeste por delante de los libros por no vacilarle al personal o también por vacilarle, ahorrando siempre palabras para no tener que pronunciar las de los pijos".
De Umbral toma el tono, mientras que de Marsé saca la visión crítica de Barcelona. Y es que Barcelona es esencial para Pérez Andújar; desde los bloques de San Adrián del Besós, odia a Barcelona y la ama al mismo tiempo, a la vez quiere y no pertenecer a ella y a su cultura. De esta tensión surgen su identidad, su desarraigo y unos fragmentos brillantes: "Antes que sentirme de ningún país, de ninguna patria o nación, voy a pertenecer a la internacional de los bloques". La única crítica que le puedo hacer a Paseos con mi madre también sale de aquí: a menudo, el orgullo que demuestra por su barrio me resulta excesivo, así como la nostalgia que recorre los recuerdos de las derrotas políticas y sociales que sufrió la clase obrera durante su infancia y juventud.

Me arrepiento de no haber leído estos geniales Paseos con su madre en su momento, a finales de 2011 o durante 2012, porque era la época idónea: Xavier Trias acababa de hacerse con la alcaldía de Barcelona y la bola de nieve del procés independentista empezaba a coger velocidad. Pero este verano de 2016 las circunstancias también son propicias. La nueva alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, eligió a Pérez Andújar como pregonero de las fiestas de la Mercè. Y se desataron los ataques de cierto sector del independentismo, porque Pérez Andújar es muy crítico con el proceso soberanista.

Por mi parte, será el primer año que le preste atención al discurso de la Mercè, aunque no estaré en Barcelona. En cuanto a Luis y a nuestro selecto club de lectura internacional, nos hemos propuesto leer en septiembre Catalanes todos, también de Javier Pérez Andújar.

viernes, 19 de agosto de 2016

Mateorías (21)

(Aquí se podía leer el capítulo 21 de la novela Mateorías de Guillem González. Los personajes imaginados en estas palabras, ahora eliminadas de la red de redes, jugaban una pachanga de fútbol, como si fueran críos, oye.)

miércoles, 17 de agosto de 2016

Sobre 'The Book of My Lives' de Aleksandar Hemon

Ayer llegué a Cracovia después de 18 días en España. Mis vacaciones han consistido en ver a mi familia y amigos, comer y beber, charlar y viajar un poco (Girona, Barcelona, Palencia, León, Toledo, Madrid...). En todo este tiempo no se me olvidó que el 15 de agosto volvería a Polonia y entonces tendría que escribir y trabajar. Hoy, 16 de agosto, he dado mi primera clase de español postvacacional y he seguido escribiendo las Mateorías.

El capítulo 21 de la novela estará listo dentro de un par de días, pero, como necesito desentumecer los dedos y el cerebro y aún dispongo de cierto tiempo libre, voy a ponerme al día con las microrreseñas atrasadas. Este verano estoy leyendo bastante, así que, en vez de presentar las reseñas en un solo post ("The Best of Summer 2016"), las espaciaré más: un libro, un post. Así será más legible y más escribible.

* * *

El año pasado, descubrí a Aleksandar Hemon, bosnio que escribe en inglés, con los cuentos de The Question of Bruno (2000) y la novela de relatos Nowhere Man (2002); este año he continuado con The Lazarus Project (2008) y, entre junio y julio, The Book of My Lives (2013).

La historia de cómo me compré The Book of My Lives parece un chiste posmoderno (de los malos), pero sirve para presentar a su autor. A finales de diciembre de 2015, mi novia y yo visitamos Liubliana, la capital de Eslovenia, antigua república yugoslava. Como casi siempre que viajo, quise comprarme un libro de algún autor local, o sea esloveno, por lo que entré en una librería y pregunté si tenían algo en inglés. Después de descartar la selección de clásicos y de bestsellers que se repite en cualquier librería de cualquier parte del mundo, le pedí al librero si tenían algo local, o sea esloveno. No mucho, me contestó, y me mostró The Book of My Lives de Aleksandar Hemon. Cogí el libro y sonreí. ¿De dónde eres?, le pregunté al vendedor. De aquí, de Liubliana, ¿por? No le dije que Hemon no es esloveno sino bosnio, ni que, de hecho, tanto el librero como el novelista habían nacido en el mismo país, Yugoslavia, aunque en repúblicas diferentes. Sin embargo, pensé que a Hemon le haría gracia la confusión: si su identidad nacional ya es bastante compleja, aquel librero todavía le asignaba otra nacionalidad.

Cuando estalló la guerra entre Bosnia y Serbia, Hemon estaba de viaje en EEUU y decidió quedarse ahí, descolocado, y acabó adoptando el inglés como lengua literaria (curiosamente, a Witold Gombrowicz le pasó lo mismo en la Segunda Guerra Mundial con Argentina, pero siguió escribiendo en polaco). Este episodio, que desencajó totalmente su vida, es el eje de su narrativa. Los personajes de The Question of Bruno, Nowhere Man y The Lazarus Project están descentrados, fuera de lugar, siempre a causa de las Guerras Yugoslavas. En The Book of My Lives, Hemon cuenta una vez más la historia de cómo llegó a Chicago; quizás esta vez sea la versión verdadera. "The Lives of Others", el ensayo que abre el libro, demuestra que su preocupación principal es la identidad; no solo por su título, sino también por los títulos de los fragmentos que lo componen: "Who is That?", "Who Are We?", "Us Versus Them", "That's Me", "Who Are They?", "What Are You?", "What Am I?".

La complejidad identitaria de Hemon encuentra su correlato en el hibridismo genérico de The Books of My Lives. Algunos dicen que es un ensayo, mientras que otros lo catalogan como unas memorias (siempre son los otros quienes clasifican a uno). Yo prefiero la primera etiqueta, simplemente porque es mucho más holgada: puede incluir la narración autobiográfica y las reflexiones que parten del yo, como en Montaigne; por contra, las memorias implican una sistematización que no existe en este libro, ya que no abarca toda la vida del autor ni un periodo determinado, sino que salta de una etapa a otra según los temas que le interesa tocar. Y en esto consiste The Books of My Lives: una serie de textos autobiográficos y reflexivos que giran alrededor de un tema o de un momento importante en la biografía del bosnio. Por suerte, ha tenido una vida más que interesante y su prosa, sencilla, analítica y capaz de captar las más intensas emociones, acompaña.

Como en cualquier libro de relatos más o menos independientes, hay altibajos, aunque no muy pronunciados. Hemon flaquea más en "Family Dining", donde reflexiona con simplicidad durante unas pocas páginas sobre las comidas familiares y su importancia, y en "The Magic Mountain", donde recuerda los días que pasó leyendo y escribiendo en la cabaña que su familia tenía en la montaña. En cambio, el mejor Hemon está en "Let There Be What Cannot Be", donde presenta al criminal de guerra Radovan Karadžić; en "Dog Lives", donde habla de los refugiados de guerra a través de sus perros, y en "The Lives of a Flaneur", donde rememora diversas etapas de su vida en Sarajevo y en Chicago como flâneur. Probablemente, el mejor relato sea el último, el más emotivo: "The Aquarium" rememora la enfermedad que terminó con la vida de Isabel, su hija de un año. Como en Mortal y Rosa y otras buenas obras que hablan de la muerte de un ser querido, es difícil aguantar las lágrimas durante la lectura.

La única crítica que le puedo hacer a The Book of My Lives es que Hemon no hable más de la génesis de sus libros anteriores, un tema que me interesa personalmente. En "My Prisoner", otro relato brutal, cuenta la vida de su gran amigo Veba, que dio lugar a la novela The Lazarus Project; en "The Kauders Case" rememora el origen de un cuento de The Question of Bruno. A pesar de todo, creo que no habría sobrado un ensayo más literario que relacionara los episodios de su biografía y las obras de ficción correspondientes.

No queda mucho más que decir, solo leer este fantástico libro. The Book of My Lives es ideal para desencantar a aquellos que se hacen una idea demasiado limitada de la identidad y para encantar a los que ya lo saben.

jueves, 28 de julio de 2016

Pausa de agosto

He fracasado, como era de esperar: no he terminado de escribir la novela a tiempo. Me propuse acabar las Mateorías antes del 29 de julio y no lo he logrado. Habría querido llegar a España con una novela bajo el brazo, pero nanay. Así, mañana por la mañana, desde el aeropuerto de Cracovia hasta que el avión aterrice, solo pensaré que me comprometí y me he fallado a mí mismo. Todo esto pensaré mientras sobrefracaso los cielos.

Mentira: pensaré que voy a pasar unas merecidas vacaciones (de trabajo y de escritura) y que por fin voy a ver a mi familia y amigos. Aunque esperaba escribir la novela antes del 29 de julio, me di un segundo deadline, previendo el fracaso: el 27 de septiembre, el día de mi 30 aniversario. Terminarla en julio habría sido rizar el rizo.

Y lo que he conseguido hasta ahora tampoco está tan mal. Del 1 al 29 de julio he escrito 10 capítulos, es decir, 45.883 palabras, o sea, 101 páginas. Y lo más importante es que son 10 capítulos de los que estoy orgulloso, como del resto de la novela.

En resumen, este mes de fracaso ha sido una experiencia fantástica. Por primera vez, me he dedicado en cuerpo y alma a escribir: mañana y tarde y alguna noche delante del ordenador, tecleando y releyendo y corrigiendo hasta no poder más. Estos últimos días he intentado terminar el siguiente capítulo de las Mateorías, el veintiuno, pero ha sido imposible, ya que estoy agotado y con el cerebro seco como una nuez. Es un estilo de vida duro y solitario, pero muy gratificante. Ojalá pueda repetir.

Gracias a la publicación de la novela en el blog, he recibido el feedback y el apoyo de algunos lectores de las Mateorías.  No son muchos, pero su compañía es muy grata.

La primera lectora es mi novia, Ivana, aunque en realidad ella no ha leído nada, ni una sola frase. Sin embargo, le he ido resumiendo en inglés cada capítulo, mientras lo escribía o cuando ya lo tenía terminado. Es muy difícil captar la atención de esta no lectora, pero de vez en cuando a Ivana le interesaba lo que le contaba, sobre todo si conocía la anécdota que inspiraba la escena o si el episodio no iba de libros ni de fútbol. El día en que se enteró de que ella no aparecería en las Mateorías, se cabreó bastante, porque es una no lectora muy exigente y con ínfulas de personaje. Intenté explicarle que el protagonista de la novela no era yo, sino alguien que se parecía a mí. Le dije que las Mateorías son autoficción, una mezcla de autobiografía y ficción, es decir, un trampantojo, o sea, una ilusión literaria más vieja que andar a pie.

—Más bien es una desilusión —me dijo Ivana—. Vaya mierda de libro, si no salgo yo.

Traté de compensar su decepción diciéndole que en esta "Pausa de agosto" aparecería ella e incluso diría un par de frases, pero no funcionó. Me lo merezco, por liar las cosas de la realidad y la ficción.

La segunda lectora de las Mateorías es mi madre, que sí me lee y siempre le gusta todo lo que publico. Excepto las veces en que hablé de gente real o usé nombres reales. Así que, cuando acabé el capítulo siete, en que el narrador habla de su madre, tuve que advertirle a mi madre: tu no ets la mare de la novel·la! Es decir, que lo que le pasara a esa madre y lo que se dijera sobre esa madre nada tenía que ver con mi madre.

Los comentarios de los otros lectores, en persona o en línea, también han sido muy positivos. Incluso los lectores potenciales: todavía no he leído nada, es que es muy largo. Los demás, los sí lectores, me han felicitado, aunque supongo que habrá a quien no le estén gustando las Mateorías. Algunos me recriminaron que tardaba mucho en sacar nuevos capítulos y que luego no se acordaban de lo que había pasado en los anteriores; les contesté que ellos eran lectores experimentales, que leían a lo que salga, para lo bueno y para lo malo. Mi excusa no les satisfizo, por supuesto. Y a mí su insatisfacción tampoco me convenció, por lo que decidí tomarme sus críticas como alabanzas.

He disfrutado mucho con las preguntas y las hipótesis de los sí lectores. Especialmente de las mateorías que ingeniaban los profesores con quienes trabajo, muy suspicaces siempre.

Cuidado: parecen preguntas retóricas pero en realidad son spoilers mateóricos:

¿De verdad te pasó eso de la sardana en la discoteca? En el capítulo quince, el baile protector de Mateo en De Cafencia lo sacaste de lo que nos contó tal día tal profesor, ¿verdad? ¿En tus clases de español llamas maricas y maricones a los reyes españoles y les muestras imágenes de actores porno a los estudiantes? ¿Y quién demonios es Mateo? ¿Aquel madrileño que ya no está en Cracovia? ¿O el ciudadrealeño que se carcajeaba tan fuerte y también se fue? ¿Mateo eres tú? ¿Y la directora cubana? ¿Tenías una gata llamada Tutaj? ¿El profesor mexicano es ese mexicano que bebe vodka de membrillo? ¿El argentino es aquel que ya regresó a la Argentina? ¿La academia de español es la escuela donde trabajamos juntos?

Otro sí lector me dijo que Facu le resultaba demasiado irritante. Ya, es que tiene que ser irritante, le respondí, tratando de defendernos. Sí, es irritante, me contestó el lector, pero leerlo también resulta irritante. Después me propuso matarlo: el vecino rumano lo ahoga con la almohada o se electrocuta con su portátil en la bañera o el exceso de pollo frito le causa un infarto. No, imposible, le tengo mucho cariño a Facu.

Un amigo de Badalona, que también es sí lector, me hizo una extraña petición: cómprame una taza del papa, de el papa. Quería una taza de Juan Pablo II como la que tiene Mateo. Así que tuve que pasar por todas las tiendas de souvenirs de Cracovia, en plena euforia católica de la JMJ, para cumplir el encargo. Hordas de jóvenes bárbaros se abalanzaban sobre los recuerdos como si fueran víveres en plena guerra: imanes de Cracovia, llaveros del dragón de Wawel, ceniceros con versículos, crucifijos de la JMJ, camisetas con el rostro de una monja, gorras del papa Francisco, insignias de la Virgen de Nosequé, etc. Pero no me quedaba otra opción porque, por supuesto, no iba a regalarle la taza de Juan Pablo II que tengo en casa.

Un excompañero de universidad me mandó un correo electrónico indignadísimo. Venía a decir lo siguiente: ¿por qué demonios en tu novelucha Messi juega en el Real Madrid? ¿En qué mundo jugaría Cristiano Ronaldo para el Barça? Los culés de verdad como yo lo encontramos ofensivo, repugnante, insultante.

Un amigo y compañero de trabajo me ha escrito hoy mismo por Facebook: "no sé cómo acabarán las Mateorías, pero yo ya tengo una idea de cómo serán las últimas líneas". Seguro que él no es mentalista, porque yo no sé ni cómo terminará la novela ni qué líneas lo harán. Le he pedido que me revele el final para ahorrarme el esfuerzo mental, pero no ha querido. Hemos apostado un vodka de avellana a que acertaba.

Una polaca, exalumna de uno de los profesores, se me acercó para decirme que ella también era sí lectora. Y también quería aportar su granito de arena a la conversación mateórica:

—En el capítulo quince, llamas "heroica ciudad" a Cracovia. ¿Por qué? Aunque me guste mucho, no me parece que mi ciudad sea muy heroica. Por ejemplo, cuando los nazis la invadieron en 1939, Cracovia no se defendió. No pudo defenderse, solo rendirse. Luego Hitler convirtió Cracovia en la capital del Gobierno General. Y no te puedes imaginar cuántas veces más ha sido conquistada. La leyenda del trompetista que salvó a la ciudad de los mongoles es la excepción que confirma la regla.

Como buen profesor, le expliqué que ese capítulo, que empieza con la frase "La heroica ciudad no dormía nunca la siesta", era un plagio o parodia del inicio de La Regenta: "La heroica ciudad dormía la siesta". Las descripciones del viento, de los turistas y de las torres de la basílica también querían ser un homenaje a la novela de Clarín.

¡Qué triste es hacer un comentario de tu propio texto! No volveré a hacerlo.

Otro sí lector encomió el poema del capítulo dieciocho: "Llora en mi corazón / como llueve sobre Cracovia; / ¿qué es esta languidez / que penetra mi corazón?". No le dije que se trataba de un conocido poema de Paul Verlaine. Otro me comentó que le gustaba mucho un fragmento del capítulo nueve que resulta ser un fragmento de "Nowhere Man", la canción de los Beatles, traducido al español. Otro loó una cita de Jorge Luis Borges. Otro admiró una frase de El principito.

Justifiqué mentalmente estas viles apropiaciones con las palabras del profesor Yono Leo: lee sin parar, copia sin piedad. Pero el impiadoso destino siempre tiene la última palabra: todos los elogios que he recibido han sido por fragmentos robados a otros escritores. A los lectores les gusta más lo que copio que lo mío propio. El viejo muere, la niña vive: me parece justo.

Ojalá más gente leyera estas Mateorías: así podría relatar más cotilleos de los lectores. Quizás entonces, cuando más personas me comenten lo que piensan o me pregunten por los personajes de la novela o me cuenten qué sé yo, podré escribir mi Negra espalda del tiempo. El autor de Negra espalda del tiempo es Javier Marías. Este libro excepcional es una especie de autobiografía: Marías narra la influencia que tuvo en su vida la publicación de Todas las almas, una novela escrita diez años antes. En Negra espalda del tiempo habla del revuelo que causó Todas las almas en Oxford, de cómo los profesores trataban de identificar a los personajes como si fuera una novela en clave, pero también de la fama que le dio y de cómo sus estudiantes de la Complutense de Madrid le preguntaban por la salud de su hijo, el hijo del personaje de Todas las almas. En fin, es una novela de cotilleos genial, unas memorias fabulosas en las que los juegos entre realidad y ficción son insuperables. Si las Mateorías tuvieran más lectores, quizás yo podría escribir algo similar a Negra espalda del tiempo y tendría el honor copiar a Javier Marías.

El 15 de agosto, volveré a sobrefracasar los cielos de Europa: desde el avión Madrid-Cracovia no pensaré en todo esto, sino en las Mateorías que me quedan por escribir.

martes, 26 de julio de 2016

Mateorías (20)

(Aquí se podía leer el capítulo 20 de la novela Mateorías de Guillem González. De una forma bastante directa e indisimulada, se proyectaba un chorrito salpicante de diarrea sobre la inmaculada figura del representante supremo de Dios en la Tierra. ¿Pero qué son unas goticas de mierda sobre la enorme extensión de un lienzo blanco?)

sábado, 23 de julio de 2016

Mateorías (19)

(Aquí se podía leer el capítulo 19 de la novela Mateorías de Guillem González. Los tres personajes hablantes hablaban en inglés, pero decidí ponerlo todo en español, porque la verdad es que mi inglés no es para tanto.)

jueves, 21 de julio de 2016

Mateorías (18)

(Aquí se podía leer el capítulo 18 de la novela Mateorías de Guillem González. En sus párrafos se citaba un poema de Paul Verlaine, el único que me sé, tuve que leerlo en la clase de Literatura Francesa de la universidad, seguro que vosotros también lo conocéis.)

domingo, 17 de julio de 2016

Mateorías (17)

(Aquí se podía leer el capítulo 17 de la novela Mateorías de Guillem González. ¿Y qué pasaba en este capítulo? Mierda, no me acuerdo. Lo he borrado demasiado rápido, jo.)

jueves, 14 de julio de 2016

Mateorías (16)

(Aquí se podía leer el capítulo 16 de la novela Mateorías de Guillem González. En este aparecía un personaje nuevo: Bartek, aunque en realidad era muy parecido a otro personaje anterior.)

martes, 12 de julio de 2016

Mateorías (15)

(Aquí se podía leer el capítulo 15 de la novela Mateorías de Guillem González. ¡Javier Marías vino aquí a hablar de su libro, o sea, Todas las almas!)

sábado, 9 de julio de 2016

Mateorías (14)

(Aquí se podía leer el capítulo 14 de la novela Mateorías de Guillem González. ¿Qué sueñan las ciudades heroicas que nunca echan la siesta?)

miércoles, 6 de julio de 2016

Mateorías (13)

(Aquí se podía leer el capítulo 13 de la novela Mateorías de Guillem González. Se pronunciaban varias palabrotas: "coño", "cojones" y "kawalerka".)

lunes, 4 de julio de 2016

Mateorías (12)

(Aquí se podía leer el capítulo 12 de la novela Mateorías de Guillem González. Se hablaba mucho de literatura, así que, total, no te pierdes tanto.)

sábado, 2 de julio de 2016

Mateorías (11)

(Aquí se podía leer el capítulo 11 de la novela Mateorías de Guillem González. Este era un poco de relleno, la verdad.)

viernes, 1 de julio de 2016

Autoautoayuda

No tengo muchos sueños, pero hace ya bastantes años decidí que escribiría una novela antes de cumplir los treinta. Este sueño o proyecto literario era el único ítem de mi lista de "cosas que debes hacer antes de los treinta". Fue una decisión irracional —¿por qué escribir una novela?— e irreflexiva —¿por qué antes de los treinta?—. Quizás por eso me la tomé tan en serio. Ahora tengo 29 años y, tictac, el próximo 27 de septiembre mi reloj biológico, tictac, hará saltar por los aires mi único sueño.

Por suerte, estoy escribiendo una novela: Mateorías. ¿Qué mejor autorregalo de cumpleaños que mi propia novela? 

Pero escribir no es fácil.

En primer lugar, lleva mucho tiempo. Por eso este mes de julio no voy a trabajar, no voy a dar clases de español. En julio, nada de cursos de verano. Ni un día, ni una hora, ni un minuto. Desde hoy, 1 de julio de 2016, soy libre: solo voy a escribir. Menuda libertad. A las dos escuelas donde trabajo les dije la verdad, es decir, que quiero dedicar todo mi tiempo a la escritura de una novela. Mis jefes y mis compañeros me miraron con cara rara, pero en seguida les pareció muy bien. Económicamente puede ser un problema, aunque creo que lograré sobrevivir un mes sin cobrar ni un duro; espero que más adelante vuelvan a contratarme y pueda ganarme de nuevo el pan.

En otras palabras, tengo casi un mes, 29 días, para escribir la novela, porque el 29 de julio me voy de vacaciones a España. ¿Es posible escribir una novela en apenas 29 días? Pues no lo sé. Llevo ya escritos y publicados en este blog diez capítulos de Mateorías; publiqué el primero hace un mes y medio, el 15 de mayo. Calculo que, como mínimo, la novela tendrá diez capítulos más, que aún no están escritos; a ellos me dedicaré este mes. En el peor de los casos, el 29 de julio no habré terminado; en España quiero estar con mi novia, mi familia y mis amigos, así que no creo que escriba nada; siempre puedo continuar cuando regrese de las vacaciones, claro, aunque entonces necesitaré volver a trabajar. Muy complicado. Lo ideal sería terminarla en julio, en Cracovia, aquí y ahora.

Pero el peor de los casos sería que abandonara la novela, que nunca terminara de escribirla. No sería mi primer fracaso. He intentado otras veces escribir otras novelas y siempre he fracasado; mi lista de "novelas inacabadas" es más larga que mi lista de "cosas que debes hacer antes de los treinta". Esta es la primera vez que me siento realmente confiado, por eso la estoy publicando según la voy escribiendo. Si no la termino, Mateorías engrosará la lista de fracasos públicos de este blog; por ahora solo tengo dos: Encuentro con los Apocrifílicos, donde quise escribir sobre un grupo muy especial de aficionados a la literatura, y Un ateo en la JMJ, una crónica sobre la JMJ en Cracovia. Ambos proyectos han quedado abandonados. En el disco duro de mi portátil hay otros cuentos que también he dejado incompletos. Quizás algún día los termine, quizás no.

La autoayuda ha producido muchas frases sobre la importancia de los fracasos para alcanzar el éxito. No voy a repetirlas, porque me parecen meras excusas de fracasado.

Otra dificultad de la escritura es saber qué escribir. El argumento de Mateorías es bastante simple: va de dos profesores de español en Cracovia, uno catalán y el otro madrileño. A pesar de su simpleza aparente, llevo más de dos años concibiendo la trama, las escenas, los personajes, los motivos y los temas; por ejemplo, al principio el profesor no era madrileño sino polaco, el narrador no era un profesor de español sino un estudiante, y tampoco hacía ciertas modificaciones de la realidad (Messi y Cristiano Ronaldo, el rey Jorge Luis I, etc.). Con esto quiero decir que tengo la novela bastante estructurada, los siguientes capítulos muy planificados; ahora, durante este mes de julio, solamente necesito escribirla.

Y esa es la mayor dificultad de la escritura: cómo escribir. Ojalá alguien me lo hubiera explicado, porque a mí escribir un relato me cuesta horrores: me lleva muchas horas de sufrimiento, a menudo varios días de pensamiento, a veces semanas de preparación; eso si logro terminarlo. Escribir una novela incrementa exponencialmente las dificultades. Sin embargo, en todo este tiempo que llevo fracasando por escrito, he descubierto que, sobre todo, escribir es un gran esfuerzo físico. Escribir es un esfuerzo físico enorme, titánico.

Todos tenemos una imagen muy novelera del escritor: tiene una vida privada amarga pero apasionante y escribe en noches de tormenta, a oscuras en su despacho, con una vela iluminando la máquina de escribir, o la hoja y la pluma, y si no está inspirado tira el papel arrugado al suelo y se sirve una copa de vino tinto o toma qué sé yo qué drogas. Esto es propaganda romántica, basura de película. Si quieres escribir, debes hacerlo de día y de noche, a pesar de que estés cansado o de que haga un día maravilloso y te apetezca tomarte algo con tus amigos. Debes pasarte muchísimas horas sentado, con los ojos rojos e irritados por la pantalla, las ganas de terminar contra la necesidad de continuar y de releer y de corregir; cuando no puedes más, no te queda otra que levantarte, estirar tus extremidades, hacer alguna tarea doméstica y volver a sentarte.

En verano, el calor cracoviano es terrible, con temperaturas que no tienen nada que envidiar a las de España. La silla de Ikea en la que me siento para escribir, gris y blanca, tiene un almohadón rosa que suaviza levemente la tortura; antes de levantarme para descansar, siempre pienso que se me saldrán las tripas por el culo, pero cuando miro el almohadón rosa solo veo que mis posaderas han dejado una marca de dolor y de sudor. En vez de aire acondicionado, tengo un ventilador constantemente enfocado hacia mi espalda y las cortinas corridas. Para inspirarme, no tomo más drogas que café y té verde; en vez de una copa de vino tinto, a mi lado tengo una botella de agua.

Cuando de verdad no puedo más, salgo a correr durante una hora. Pero no corro para desconectar, sino para reconectar: mientras troto, sigo pensando en la escritura. Si se me ocurre una buena idea, no la escribo en las notas del móvil, porque no lo llevo encima, sino que levanto un dedo. Un dedo, una idea. Unos minutos más tarde, se me ocurre otra idea. Dos dedos, dos ideas. De vez en cuando, repito mentalmente las ideas que he tenido, para no olvidarlas. Al llegar a casa sudado como un pollo, lo primero que hago es recontar de mis dedos y escribir en un papel las ideas. Si estoy caminando o en el tranvía o en una tienda y se me ocurre algo, saco el móvil y lo anoto. Si estoy hablando con alguien, interrumpo la conversación y escribo en el móvil.

Esta dependencia total de la escritura, esta imposibilidad de olvidar, esta atracción u obsesión, estas cadenas: es fascinante jugar a escribir. En realidad, el escritor se parece a un preso.

Tictac, tengo 29 días de libertad en prisión para escribir las Mateorías.

jueves, 30 de junio de 2016

Mateorías (10)

(Aquí se podía leer el capítulo 10 de la novela Mateorías de Guillem González. Si lo pudieras leer, sabrías cuántos cafés y vodkas se toman Mateo y su amiguete, el narrador.)

domingo, 26 de junio de 2016

Mateorías (9)

(Aquí se podía leer el capítulo 9 de la novela Mateorías de Guillem González. Y Mateo pronunciaba una de sus frases de machote: "No tengo un cigarrillo, pero tengo un buen puro para ti".)

martes, 21 de junio de 2016

Mateorías (8)

(Aquí se podía leer el capítulo 8 de la novela Mateorías de Guillem González. ¡Ah, Rabelais y las historias de Facu!)

martes, 14 de junio de 2016

Mateorías (7)

(Aquí se podía leer el capítulo 7 de la novela Mateorías de Guillem González. En este había una analepsis de las buenas.)

viernes, 10 de junio de 2016

Mateorías (6)

(Aquí se podía leer el capítulo 6 de la novela Mateorías de Guillem González. El de las razias y tal.)

domingo, 5 de junio de 2016

Mateorías (5)

(Capítulo 5 de la novela Mateorías de Guillem González. Puedes leer el capítulo 1 aquí.)

Cinco

—Mi generación fue de las últimas que estudió la lista de los reyes godos, que eran quienes gobernaban España muchos años antes de que fuera España. Alarico, Atanagildo, Leovigildo, Esperpentio, Recaredo I, Witerico, Gundefores, Gundemaro, Sisebuto, Recaredo II, Sacapuntos, Suintila, Sisenando, Ermenegildo II, Chintila, Chindasvinto, Chinitito, Variopinto, Recesvinto, Tiogilito, Wamba, Égica, Caramelindro, Witiza y Rodrigo. Vaya nombres, ¿eh?, parece la selección de Camerún, pero son los reyes godos. Seguro que tú no te sabes la lista, catalán, que ya eres de otra quinta.

—Pues no: a mí solo me enseñaron la lista de las preposiciones. A, ante, bajo, cabe, con, contra, de, desde, en, entre, hacia, hasta, para...

—Para, para. Estábamos hablando de reyes, no seas republicano —carcajada mateórica, risas de los alumnos—. Bueno, como os iba diciendo, en España ya casi no se estudian los reyes, aún menos los reyes godos, y eso está mal, muy mal. Podemos aprender mucho de nuestros monarcas, creedme. Por eso, en la clase de cultura de hoy vamos a hablar de reyes españoles.

Los estudiantes se inquietaron: ¿reyes españoles? ¿De verdad? ¿No tuvimos bastante cuando nos obligaron a estudiar los reyes polacos? Me miraron a mí, el profesor observador, buscando refugio, una respuesta. Sus caras, sus medias sonrisas, expresaban miedo y curiosidad a la vez: miedo al aburrimiento real y curiosidad por saber qué les deparaba realmente la clase. Sin embargo, no podía ayudarlos, porque no sabía si Mateo hablaba en serio o no, no tenía ni idea de qué planeaba enseñarles en aquella sesión. Me limité a seguir sentado y observando.

El proyector nos mostró el retrato de un joven renacentista. Media melena castaña y sombrero negro ladeado, ojos azules embelesados, una larga nariz picuda —triángulo rectángulo escaleno—, el mentón colgante entreabriendo la boquita de piñón, la mano derecha de pianista de segunda posada sobre la mesa. A pesar de los colores cálidos, rezumaba indolencia enfermiza.

—Chicos, os presento a Carlos I: rey de España, es decir, de Castilla, de Aragón, de Navarra y de las Américas, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, rey de Sicilia, de Córcega y Cerdeña, archiduque de Austria y no sé cuántas cosas más que podéis leer en la Wikipedia. ¡Menudo currículo! Nació en 1500 y murió en 1558, todo esto lo logró solo en 58 años. Pero lo importante es el cuadro, fijaos bien en su retrato, analizadlo en detalle. Ese collar dorado con un perro muerto es la insignia de la Orden del Toisón de Oro, una importante orden de caballería. Y no es un perro sino un carnero, que simboliza esto y aquello, y quién sabe si está muerto o echando la siesta del martes. En fin, ¿qué os parece? ¿Creéis que este rey era maricón? ¿Os parece que Carlos I de España y V de Alemania era marica?

La clase se inquietó, hubo alguna murmuración.

—¿Qué significa maricón? —preguntó una estudiante.

—¿Y marica? —otro alumno.

—Significan homosexual, pero son palabras ofensivas. Observad bien a Carlos I: sus facciones, su ropa, su postura. ¿Pensáis que a Carlos I le gustaban los hombres? ¿O las mujeres? Como en la actual, en la España del siglo XVI había homosexuales, también entre los gobernantes, aunque todos lo tenían que esconder. Venga, vamos a votar: que levanten las manos los que crean que fue gay. Tú también puedes votar, catalán.

Mi confusión era aún mayor que la de los estudiantes. Aun así, algunos empezaron a votar tímidamente. Yo, como la mayoría de ellos, levanté la mano: maricón, sentenció mi brazo alzado.

—Interesante, interesante —juzgó Mateo—. Después os daré los resultados y los cotejaremos con vuestros juicios. Ahora vamos a pasar al siguiente rey. Este es Felipe I: rey de Castilla, más conocido como Felipe el Hermoso, y duque de Nosequé y conde de Nosecuántos. Fue el abuelo del rey que os acabo de mostrar y se casó con Juana la Loca, aunque como bien sabéis podía ser igualmente homosexual. Pues bien, ¿qué pensáis? ¿Felipe el Hermoso era maricón? ¿Le gustaban los hombres?

Algo más acostumbrados a la rutina de aquella actividad, contemplamos su rostro aniñado. Se podían adivinar los labios de su nieto, los mismos ojos claros, la piel blanquecina pero con los mofletes inflados. Aunque también lucía el perro muerto, llevaba un sombrero diferente: rojo. Su nariz era más imperfecta que la de Carlos I, se asemejaba a un gancho —triángulo obtusángulo escaleno—.

—¡Mariquita, locaza! ¡Macho, hombretón, tiarrón, semental, viril!

—Muy bien, muy bien —tras el recuento de manos levantadas, anotó el resultado en un papel y prosiguió—. Interesante: Felipe el Hermoso era heterosexual, decís. Luego os digo cuál era la verdad, según las crónicas y lo que dedujeron los historiadores. Siguiente rey —proyectó otro retrato—: una reina, Isabel I de Castilla, Isabel la Católica. Nacida en 1451, muerta en 1504, para el que le interese. Ella y su esposo, Fernando el Católico, financiaron la famosa expedición de Cristóbal Colón a las Indias, también conquistaron Granada y expulsaron a los judíos de España. Pero vamos a lo que nos importa: ¿le gustaban los hombres o las mujeres? ¡Hagan sus apuestas!

Tras un par de segundos de meditación, votamos.

—¡Lesbiana, tortillera, marimacho, bollera! ¡Mujer, señora, dama!

—Muy interesante, sin duda —Mateo tomó nota de la elección—. Así que Isabel la Católica era lesbiana, ¿eh? Muy interesante. Veamos cuál es el próximo rey. Oh, aquí tenemos a Felipe II, hijo de Carlos I, nieto de Felipe el Hermoso y bisnieto de Isabel la Católica. Qué complicado es todo esto, ¿no?, quizás debería haberlos ordenado cronológicamente. Le debemos a Felipe II una de las decisiones más acertadas de la historia de la monarquía española: estableció la capital de España en Madrid. ¡Eso sí que fue un acontecimiento, y no el descubrimiento de América! Este es un retrato de Tiziano de 1551 y podéis verlo, por supuesto, en Madrid, en el Museo del Prado. Admiradlo: qué porte real, qué armadura, qué plumaje en su casco, qué mallas o leggings. ¡Cómo inmortaliza el maestro italiano al rey español! Ahora es vuestro turno, ¡a votar!

—¡Bujarrón, mariposón, reina, invertido, palomo cojo, sarasa, sodomita!

—Siete de siete, qué unanimidad. Vosotros sabréis: F-e-l-i-p-e s-e-g-u-n-d-o, g-a-y —deletreaba mientras escribía—. Ahora toca... Oh, Felipe V, otro Felipe, vaya lío. Este fue el primer Borbón en España tras la Guerra de Sucesión, aunque para mí parecen todos familia. El pelo, o la peluca, no sé qué es, despista, ¿verdad? ¿Y qué es ese bastón que está sujetando? ¿Y por qué alarga el dedo índice? Bueno, vosotros diréis. ¿Qué será, será?

—¡Mascanucas, comealmohadas, de la otra acera! ¡Varón, masculino, señor, chicarrón!

—Pues ha estado reñido, pero parece que habéis decidido que era heterosexual. Muy bien. El siguiente rey es Carlos III, más conocido como el Mejor alcalde de Madrid. Este gran monarca transformó la ciudad: la limpió, la alcantarilló, la iluminó, la hospitalizó, la ajardinó y le puso fuentes (la Cibeles), monumentos (la Puerta de Alcalá) y museos (el del Prado). Por todo ello se ganó una estatua ecuestre en pleno centro, en la Puerta del Sol. Aunque el retrato que ahora vemos se lo hizo no sé qué pintor alemán. No está mal, pero definitivamente se pasó con el rojo en la cara, parece un borrachín inglés. Bueno, no quiero influenciaros más: votad, mis queridos alumnos y profesor observador —nos dejó un minuto para que levantáramos las manos—. Conque lo consideráis heterosexual también, ¿eh? Interesante, interesante. Muy bien, continuemos con otro rey.

La lista de monarcas parecía interminable. Juzgamos cual tribunal de la Inquisición polaca a Fernando VII, a Isabel II, a Alfonso XII y a Alfonso XIII, a José I Bonaparte, al archiduque Carlos, a Luis I, a Amadeo I, a Juan Carlos I, etc. Para escándalo de algunos estudiantes, Mateo se atrevió a añadir al actual rey de España: Jorge Luis I. El famoso retrato hiperrealista de Jorge Luis I, realizado por Antonio López, era el único que conocían todos los alumnos, dos de ellos incluso lo habían visto en el Prado. Cuando terminamos las votaciones, algo cansados ya, no se nos había olvidado preguntarnos por qué carajo estábamos decidiendo quién era o parecía gay y quién no. Pero Mateo no tenía compasión: aún no nos explicaba el porqué de aquella extraña actividad.

—Ahora podemos comprobar qué tal es vuestra intuición —dijo Mateo, y volvió a poner el retrato de Carlos I—. Veamos. Habéis dicho que Carlos I de España y V de Alemania era homosexual, pero los historiadores no están de acuerdo con vosotros. Así que, nada, os habéis equivocado. Siguiente: Felipe I.

Acertamos algunos juicios, fallamos muchos más. Unos reyes resultaron ser homosexuales, varios heterosexuales, alguno bisexual, un par tenía gustos inusuales o peculiares. Nos llevamos unas cuantas sorpresas, la más inesperada sin duda la de Jorge Luis I. A medida que Mateo nos relataba qué habían dicho los historiadores de la sexualidad de tal o cual monarca, iba contando alguna anécdota picante. También inquiría por qué habíamos decidido que este rey era esto y en cambio ese era aquello. Por la mirada, por la ropa, por los accesorios, por la fisonomía, por los colores, por la postura: cualquier indicio era suficiente para dictar sentencia sexual.

Tras repasar toda la lista, Mateo se quedó callado. No duró mucho el silencio: en seguida, una estudiante habló:

—Las apariencias engañan. Nos has mostrado las fotos para que sepamos que algunos parecen homosexuales pero no lo son, unos parecen heterosexuales pero no lo son.

—No está mal —le respondió Mateo—. No está mal para empezar, pero aún hay más.

—Pues yo pienso que a Mateo no le gustan nada los reyes —soltó uno, y nos reímos todos.

—Nos has enseñado las fotos —dijo otro— para que veamos que la historia es cruel con sus personajes célebres. Da miedo saber que un historiador del siglo se dedica a investigar la orientación sexual...

—Ya —lo interrumpió otra alumna—, pero nosotros hemos hecho lo mismo. La única diferencia es que los historiadores quizá tienen más datos y mejores herramientas para emitir su juicio. Yo creo que Mateo nos ha puesto las fotos para decirnos que es malo juzgar a la gente. Que cada cual se acueste con quien quiera, qué más da, ¿no?

—Pero es inevitable. Todos juzgamos a todos desde el primer momento, incluso de antemano. ¿Qué haríamos si no tuviéramos estereotipos? ¡Estaríamos perdidos! Imagínate que viajas a un país del que no sabes absolutamente nada... Además, muchas veces los tópicos, los prejuicios y los estereotipos son verdad, funcionan. Hemos acertado con bastantes reyes.

—Ya, pero tú conoces los estereotipos del siglo XXI. Nosotros hemos aplicado nuestros estereotipos sobre la orientación sexual a gente de otros tiempos. ¿Quién sabe cómo se podía identificar a un gay en 1492? ¿Y en 1809? Ni siquiera hemos acertado con Jorge Luis I —risitas—, que es de nuestra época.

—Bien visto. Estoy de acuerdo contigo. Entonces, Mateo nos ha mostrado las fotos para que veamos que los estereotipos son inventos, construcciones. No son algo fijo, pueden cambiar con el tiempo.

—O con el espacio. Aunque actualmente, con la globalización...

—De hecho, hoy en día muchos parecen una cosa que no son, y al revés.

—Sí, a muchos les gusta la ambigüedad.

—A mí lo que me sorprende es que tengamos tanta necesidad de clasificar a la gente: este es tal, ese es cual...

Mateo dejó que fluyera la conversación un rato más. Solo intervino para ponerle fin a la clase: nos habíamos pasado un cuarto de la hora prevista. Mientras salían del aula, los estudiantes seguían discutiendo en polaco sobre la orientación sexual, los prejuicios y las convenciones sociales. Mateo dejó de recoger sus bártulos cuando le pregunté:

—¿Por qué los retratos reales? ¿Para que conocieran los nombres de algunos reyes? ¿Para desmitificar a la monarquía? ¿Para hablar de la construcción de los estereotipos?

—No seas tan cuadriculado, catalán. El profesor de lengua tiene que ser un poco artista. Los estudiantes han conversado con entusiasmo: ¿qué más podemos pedirle a una clase de este tipo? Pero si el profesor de lengua tuviera un decálogo, el primer punto diría: misterio. Así, sin más: primer mandamiento, misterio.