domingo, 13 de mayo de 2012

"Black Mirror", o lo peor de ti eres tú


Ya había oído hablar de ella, pero fue una entrada del blog del escritor Jordi Puntí lo que finalmente me convenció para que viera Black Mirror. (El blog, Solo de Underwood, es tan recomendable como la serie: se trata de la columna semanal que publica el autor de Maletes perdudes en El Periódico, donde toca casi todos los palos: desde temas culturales —literatura, cine, series, música, etc.— a políticos y sociales, siempre con sentido del humor e ironía.)

Bueno, a lo que iba: Black Mirror es una miniserie de tres capítulos independientes pero relacionados temáticamente. Es decir, no hay continuidad argumental entre las tres tramas, sino conceptual: las nuevas tecnologías de la comunicación juegan un papel fundamental, concretamente el del malo de la película. Me refiero a la televisiónInternet y los móviles, esos tres grandes corruptores.

Sin embargo, no solo la tecnología es la mala: el culpable es, sobre todo, el usuario, el que aprieta el gatillo. Nosotros, todos incluidos. En este sentido ha de entenderse la metáfora del título, el espejo negro: las pantallas de la televisión, el móvil y el ordenador solo son espejos que reflejan nuestro interior —tan oscuro como nuestro—. La tecnología digital es una prolongación o una ampliación de la mente humana; aunque, en este caso, amplía o prolonga la parte más sombría.

Un ejemplo. En el primer capítulo, "The National Anthem", un vídeo colgado en Youtube informa de que la ficcional princesa Susannah ha sido secuestrada; si el Primer Ministro británico no mantiene relaciones sexuales con un cerdo en la televisión nacional, ese mismo día y en directo, la famosa y querida princesa será asesinada. El secuestrador es un sádico con ganas de aleccionar al personal, al estilo del Jigsaw Killer de Saw; y vaya si alecciona. En este caso, la moraleja va dirigida a toda la sociedad, que se queda pegada a sus pantallas viendo cómo se desarrollan los hechos sin mover un dedo por nada ni nadie.

El primer capítulo es, sin duda, el más espectacular de los tres. No hay contenido sexual alguno, ni zoofílico ni nada, o sea que los más sensibles no han de preocuparse por esto. Lo preocupante son las escenas en que podemos ver las caras de los espectadores viendo la televisión. Al lado del derrumbe moral de un país al completo, follarse un cerdo no es nada.

Los capítulos siguientes van en direcciones parecidas, aunque no son tan aparatosos; son más orwellianos, cada uno a su modo, y más distópicos, cercanos a la ciencia-ficción; no obstante, los malos no cambian, son siempre los mismos: nosotros. El segundo, "15 Milion Merits", es una crítica de los reality shows tipo Operación Triunfo o Factor X. El tercero nos introduce en una sociedad absolutamente controlada por sus propios individuos, gracias a unos aparatos injertados en el cerebro que graban todo lo que cada uno vive —una prolongación de la memoria—; el título es bastante explicativo: "The Entire History of You".

Captura del inicio del tercer capítulo: el protagonista reflejado en una mesa 
de trabajo de color negro (otro espejo negro).

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