viernes, 18 de mayo de 2012

Un descanso: "Yonqui"

Abro los ojos desperezándome: estoy en la biblioteca de la universidad. Bostezo. Tengo la boca pastosa, como si tuviera resaca. A mi derecha, una pila de libros; a mi izquierda, unos cuantos papeles imprimidos. El salvapantallas me indica que mi portátil también se ha dormido. Las mesas a mi alrededor están vacías; todo está en silencio y en penumbra, excepto mi mesa, iluminada por una lámpara. ¿Qué coño hago yo aquí? Una chica cruza el pasillo empujando un carro y se detiene junto a una ventana. Su delgada silueta, a contraluz, parece un trazo con tinta china, un kanji. Coloca, lánguidamente, libros en los anaqueles. La miro hasta que mis ojos distinguen la palidez mórbida de su piel. No sé si es un fantasma o una sepulturera. Se fija en mí y me sonríe (sus dientes relucientes). Me asusto, bajo la mirada y descubro el libro sobre el que dormía: por el título, esto no es un sueño, sino una pesadilla muy real: El mercado y la globalización.


Lentamente voy recuperando el hilo. Estaba escribiendo un trabajo sobre la relación entre globalización y crisis para la universidad. La realidad vuelve a ocupar, poco a poco, mi cabeza: quiebra, BCE, deuda, Grecia, dinero, Lehman Brothers, mercado financiero, agencia de calificación, Irlanda, subprime, Islandia, desregulación, trader, FMI, activos tóxicos, burbuja inmobiliaria, especulación, tasa Tobin, 15-M, Alemania, corralito, Goldman Sachs, prima de riesgo, EEUU, Bankia...

No me he dormido por aburrimiento, sino por sobredosis de realidad. Para despejarme un poco, me sumerjo en la lectura de Yonki (1953), la primera novela de William Burroughs.

La realidad que presenta Burroughs es sórdida: la vida de un yonqui, William Lee. (Pienso en la flacura de la bibliotecaria.) Aunque quizá el verdadero protagonista sea la droga —la heroína, sobre todo, y otras muchas sustancias—. En cualquier caso, vida y droga, para Burroughs, son inseparables:
"He aprendido el estoicismo celular que la droga enseña al que usa. He visto una celda llena de yonquis enfermos, silenciosos e inmóviles, en aislada miseria. Sabían que era inútil quejarse o moverse. Sabían que, en el fondo, nadie puede ayudar a nadie. Nadie tiene una clave o un secreto que pueda comunicar a los demás. He aprendido la ecuación de la droga. La droga no es, como el alcohol o la hierba, un medio para incrementar el disfrute de la vida. La droga no proporciona alegría ni bienestar. Es una manera de vivir."
El estilo de Burroughs es descarnado, directo, sobrio. Se podría decir que el narrador es arrogante, como los de Henry Miller o Bukowski.


El anterior lector de mi ejemplar se hartó de tanta chulería, por lo visto, y decidió tomar cartas en el asunto. Se indignó y actuó: así me gusta, que la realidad invada el libro. Dice Burroughs: "Los demás pacientes eran de lo más vulgar y triste". Responde el lector, harto e irónico: "En cambio yo era un tipo interesante y que podía mirar por encima del hombro a todo el mundo". La lectura, como se puede ver, siempre genera diálogo, aunque sea conflictivo. Mientras trazo un perfil de bibliotecaria yonqui en la misma página, tengo la sensación de estar garabateando en la puerta de un retrete.

Entre tanta sequedad de palabras, las florituras aparecen con cuentagotas ("la ecuación de la droga" o "el estoicismo celular"). Lo que habría de ofrecer más posibilidades expresivas, los efectos de la droga en el consumidor, apenas es mencionado. De hecho, se relatan los efectos de la droga en todos los planos de la existencia drogadicta: el síndrome de abstinencia, los efectos corporales y mentales, la adicción, el tráfico de droga, la relación con la policía, los robos, la falta de apetito —sexual y no sexual—, la pérdida de contacto con la realidad, los juicios, la cárcel, la prostitución, el proceso de desintoxicación... Una crónica sin condena y sin apología de la cotidianidad del adicto. Quizá el aspecto en el que más ahonda Burroughs sea el síndrome de abstinencia; casi podríamos hablar de una poética del mono:
"Una mañana de abril me desperté con un leve síndrome de abstinencia. Me quedé tumbado mirando las sombras que se formaban en el techo de yeso blanco. Recordé que hacía muchísimos años solía tumbarme en la cama junto a mi madre y contemplaba cómo las luces procedentes de la calle corrían por el techo y las paredes. Sentí una aguda nostalgia de silbidos de tren, pianos que suenan calle abajo, hojas quemadas. Un leve síndrome de abstinencia siempre me trae los recuerdos mágicos de la infancia."
O:
"Si la droga desapareciese de la tierra, probablemente seguiría habiendo yonquis que vagaran por los barrios de la droga sintiendo el fantasma pálido, vago, persistente de la falta de droga, del síndrome de abstinencia."
Por si la realidad no tuviera suficiente con aparecer en los márgenes, escrita a lápiz, se infiltra sin previo aviso en el mismo texto (de 1953) y me desvela de mi lectura:
"Mucha gente ganó dinero rápidamente y con facilidad durante los años de la guerra y la inmediata posguerra. Cualquier negocio era bueno, del mismo modo que cuando la Bolsa está en alza todos los valores son buenos. La gente creía tener vista de lince para los negocios, cuando lo único que tenía era la suerte de que la coyuntura le resultara favorable. Ahora el valle pasa por un mal momento, y sólo los peces gordos pueden sobrevivir. En el valle, las leyes económicas son tan impersonales como las fórmulas algebraicas que enseñan en bachillerato, ya que no hay ningún elemento humano que pueda modificarlas. Los muy ricos son cada vez más ricos, y el resto va camino de la bancarrota. Los grandes negociantes no son astutos, ni despiadados, ni emprendedores. No necesitan decir o pensar nada. Todo lo que tienen que hacer es quedarse sentados y esperar que el dinero les llueva a espuertas. Tienes que ponerte al nivel de los grandes negociantes o abandonar la partida y aceptar cualquier trabajo que te quieran dar. La clase media se ha de apretar cada vez más el cinturón, y sólo uno entre mil de los que han nacido en su seno levantará cabeza. Los grandes negociantes son la banca, y los pequeños agricultores son los jugadores que tratan de hacerla saltar. El jugador se arruina si sigue jugando, y el agricultor debe jugar o exponerse a ser llevado a los tribunales por no pagar los vencimientos de los préstamos. Los grandes negociantes son dueños de todos los bancos del valle, y cuando un agricultor no puede pagar, los bancos se quedan sus bienes. Muy pronto, los grandes negociantes poseerán todo el valle."
La bibliotecaria del carrito, con su esbeltez de yonqui, sigue ordenando libros al final del pasillo como si nada. La realidad, El mercado y la globalización, me reclama: ya vale de ficción, vuelve a la realidad, a la oferta y la demanda.

7 comentarios:

  1. L'Etern Retorn??? (perdona per fer-me propaganda!! jeje!!)

    Una delícia, com tots els articles.

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    1. L'etern retorn de la crisi? O de la realitat? Són la realitat i la crisi inseparables? XD

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    2. uiui quantes preguntes... mira que et contesta ràpid eh!!! xD!!! Bé, com jo (com m’agrada utilitzar la primera del singular; me coooorrrrrroooo!!!!) vaig concloure, més que retorn, la crisi hi és des de sempre (des de molt abans de que Déu crees la terra; a la primera frase del Gènesi ja se’ns diu que abans el que hi havia era caos; ergo crisi). La crisi és la norma; la prosperitat l’excepció.

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    3. Ara he llegit l'entrada on ho dius (se m'havia passat) i ho he entès :P

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    4. No Guillem!!! Tot menys això!!! Abans la mort!!! Si a tu se't passa una entrada meva per a qui escric??? Què em queda doncs??? Tu estàs exclòs del privilegi de passar-se’t una entrada!!!! Evidentment pots no comentar-la però sí que l'has de llegir!!! (¿Estic boig?)

      No et dóna la sensació que els nostres blogs estan en una etapa on tu i jo som els únics que, respectivament, els comentem???? És com si passéssim a l’esfera pública els nostres comentari privat.

      Petons!

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    5. Jo diria més: no només som els únics que ens comentem mútuament, crec que tu ets el meu únic lector i jo sóc el teu únic lector xDD

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    6. Us equivoqueu de totes, totes. L'Stalinisme és una ombra allargada. A vegades no fa soroll però té un ull àvid. xDD!

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