En un curso de Literatura española del siglo XX, un estudiante me
preguntó por qué en la Generación del 27 no había ninguna mujer.
Curiosamente, era un hombre quien me hizo la pregunta, el único
(excepto yo, el profesor) en una sala llena de mujeres. Podría haber
preguntado por las mujeres de las dos generaciones que habíamos
mencionado antes en clase, la Generación del 98 o la del 14, y le
habría contestado algo similar: la historia es una construcción que
pretende pero nunca llega a ser objetiva ni total, por lo que casi
siempre es ideológica, en este caso, machista. Dicho de otro modo:
hubo escritoras, pero los historiadores no las sacaron en la foto. En
algunos casos, esta metáfora se vuelve literal; por ejemplo, cuando
en 1977 el archifamoso poeta del pueblo regresa a España del largo
exilio y la foto que ilustra el gran momento de la llegada lo muestra
solo a él descendiendo del avión, mientras que su esposa, María
Teresa León, también escritora y miembro de la Generación del 27,
no aparece.
Afortunadamente, en estos últimos años están surgiendo diferentes
iniciativas para revisar nuestra tendenciosa memoria y recuperar a
las escritoras dejadas fuera de encuadre, y concretamente a las de la
Generación del 27, también conocidas como las Sinsombrero. Por
ejemplo, la serie El Ministerio del Tiempo les dedicó el
capítulo 18, “Separadas por el tiempo”. Y casi simultáneamente
apareció el proyecto transmedia (documental, webdocumental, proyecto
educativo, libro, redes sociales y exposición) llamado Las
Sinsombrero, dirigido entre otros por la barcelonesa Tània
Balló, que también fue quien escribió el libro: Las
Sinsombrero. Sin ellas, la historia no está completa (2016).
El libro de Tània Balló capta la esencia de todo el proyecto:
rescatar a estas escritoras y artistas del injusto olvido de los
historiadores y del público y lograr que, mejor tarde que nunca,
sean conocidas. Para ello, Balló primero recrea brevemente el
ambiente donde surgió esta generación de escritoras y explica por
qué se llamaron así (en plena dictadura de Primo de Rivera, algunas
de ellas decidieron transgredir las normas quitándose el sombrero
por la calle). A continuación encontramos el grueso del libro, es
decir, las biografías de diez mujeres artistas, poetas, novelistas,
escritoras, filósofas, conferenciantes, periodistas, etc. Algunas
son bastante conocidas, como Rosa Chacel, María Zambrano o la ya
mencionada María Teresa León; otras, no tanto, todavía: Concha
Méndez, Ángeles Santos o Josefina de la Torre. Pero si algo tienen
todas en común es, precisamente, el olvido. Balló se refiere varias
veces a los problemas que tuvo para reconstruir las vidas de algunas
de ellas, especialmente con Margarita Manso, casi un fantasma o una
sombra. Muy a menudo solo puede hacer hipótesis a partir de las
biografías de los amigos, amantes o esposos, que con mucha
frecuencia les escamotean la gloria a las mujeres eliminándolas de
sus escritos autobiográficos; es el caso de Alberti y de Buñuel,
quienes mezquinamente eliminaron las referencias a sus exparejas,
arrebatándoles la visibilidad y la fama; otras, como Maruja Mallo,
solo lograron cierto reconocimiento presentándose como amigas o
conocidas de los grandes nombres del 27.
Es de agradecer el estilo llano y sincero de Balló, más divulgativo que académico, accesible al público menos acostumbrado al campo literario. La presencia en el texto del yo de la barcelonesa también es un acierto: no solo habla de los problemas que tuvo para obtener información, sino que intercala referencias al making off del documental y anécdotas personales, referentes sobre todo al descubrimiento de cada una de las Sinsombrero. Con todo, el libro no es perfecto. Aunque está bien escrito y muy bien documentado, aún más si tenemos encuenta que Balló viene del mundo del cine, a veces el estilo peca de simplón y hay algún error (por ejemplo, confundir la dictadura de Primo de Rivera con la Dictablanda). Pero cumple con creces su misión de visisibilizar a las Sinsombrero y tratar de completar la historia.
Es de agradecer el estilo llano y sincero de Balló, más divulgativo que académico, accesible al público menos acostumbrado al campo literario. La presencia en el texto del yo de la barcelonesa también es un acierto: no solo habla de los problemas que tuvo para obtener información, sino que intercala referencias al making off del documental y anécdotas personales, referentes sobre todo al descubrimiento de cada una de las Sinsombrero. Con todo, el libro no es perfecto. Aunque está bien escrito y muy bien documentado, aún más si tenemos encuenta que Balló viene del mundo del cine, a veces el estilo peca de simplón y hay algún error (por ejemplo, confundir la dictadura de Primo de Rivera con la Dictablanda). Pero cumple con creces su misión de visisibilizar a las Sinsombrero y tratar de completar la historia.
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