Cuando un lector español se enfrenta por primera vez a la literatura
latinoamericana —Juan Rulfo, García Márquez, Vargas Llosa,
etc.—, suele experimentar una epifanía: el descubrimiento de un
mundo nuevo pero también el de un idioma libre y fresco, una lengua española
similar pero diferente, joven y trufada de palabras y giros
idiomáticos hasta entonces desconocidos. Algo similar nos sucede a
los lectores catalanes al acercarnos a la literatura balear, a pesar
de que por proximidad geográfica escuchar el balear es muy común en
Cataluña. Sebastià Alzamora, Miquel Bauçà o Blai Bonet son
algunos de los representantes de este fascinante universo.
Pero la primera vez que me explotó en la cara el boom balear fue
cuando leí Te deix, amor, la mar com a penyora (1975), el
primer libro de Carme Riera (por suerte, en este boom sí hay
mujeres). Como en la novela homónima de Blai Bonet, el mar es uno de
los grandes temas de los relatos de Riera: el mar representa lo
balear y el amor, pero también el recuerdo del amor perdido y la
separación física entre los amantes, uno en Palma y el otro en
Barcelona. La escritora mallorquina elige apoyarse más en la prosa,
muy cuidada, que en el argumento. Así, los cuentos que componen Te
deix encuentran su fuerza en los ambientes que el estilo muy
lírico de Riera logra crear, rozando a veces el estatismo de la
prosa poética; se trata de atmósferas densas, propensas a lo
sentimental y a lo evocativo, pero que también encierran la opresión
propia del franquismo.
Con toda la carga poética, el argumento queda en un segundo plano,
aunque no es totalmente olvidado, por lo que encontramos relatos
románticos y relatos fantásticos, alguno incluso con rasgos
policíacos. Además, la personalidad de protagonistas es otro
punto fuerte de Te deix, amor: los personajes transitan por
los límites de la normalidad psicológica y de lo aceptado por la
sociedad: son outsiders.
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