A veces la historia da segundas oportunidades: El cuento de la
criada, la novela de
Margaret Atwood, se publicó en 1985, pero hasta 2017 no era conocida
por todo el mundo con esa fama absoluta que solo las pantallas y la
polémica pueden conceder. De hecho, el gran público conoce la serie
pero no la novela; otros hemos leído la novela gracias a la serie; y
los más cultos y cool la leerían hace años, junto a otras
obras de Atwood. El siguiente peldaño hacia la fama sería que
mañana 5 de octubre le dieran el Nobel de Literatura. Yo apuesto por
ella, aunque los caminos del Nobel son inescrutables.
Pero volvamos a la polémica que le ha dado una segunda oportunidad
sobre la tierra a El cuento de la criada, o al menos a la
serie producida por Hulu. La controversia ha surgido de una
interpretación política del argumento: el mundo distópico de El
cuento de la criada, heredero de 1984, un país
ultrapatriarcal en el que los hombres someten totalmente a las
mujeres, reducidas a esclavas y meros instrumentos de reproducción,
ese país, llamado Gilead, sería la América de Trump. Los Estados
Unidos que desean los ultracatólicos, los ultranacionalistas, los
neofascistas o la mal llamada derecha alternativa: eso representaría
Gilead. No se trata de una interpretación disparatada, porque la
ciencia ficción consiste en mostrar la realidad a través de un
mundo diferente, un futuro que destaca alguna característica del
presente: ¿qué pasaría si...? Lo que me sorprende del caso es que
una interpretación, que no es una operación intelectual tan simple,
haya logrado movilizar a tanta gente. Sea cual sea la explicación,
bien por Hulu y por Atwood.
Aunque me gustaría hablar solo de la novela, no de la serie, la
verdad es que ambos productos se complementan muy bien. Mientras que
la serie adapta los momentos más tensos del texto de Atwood hasta
conformar una montaña rusa de suspense, la novela es más homogénea
y plana, atmosférica como suele serlo la literatura de terror. La
protagonista y narradora es Offred, una “criada”, es decir, una
mujer cuya única función es ser utilizada para reproducirse, por lo
cual es violada sistemáticamente por el comandante de la casa donde
vive. Su voz, lírica y sobria, crea un ambiente opresivo en el que
el único baluarte de la intimidad es el pensamiento: Offred solo es
libre y solo es ella cuando piensa, nunca cuando actúa. Por suerte,
en la serie también podemos oír las ideas de Offred, y el contraste
entre lo que hace y lo que piensa es brillante.
Mientras lee, el lector debe pararse a menudo a coger aire, e
imagino que la experiencia de las lectoras debe de ser bastante más
dura. Por su parte, la serie también logra esta sensación de
asfixia en el espectador, aunque es más narrativa, más situacional.
Sea por escrito o en la pantalla, la empatía que genera El cuento
de la criada es muy poderosa. Ojalá la vean los que deberían
verla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario