En
algún momento, Francisco Umbral dijo que Belén Gopegui era la mejor
novelista de su generación, a pesar de que el espíritu de Umbral
—lírico, romántico— no podría estar más alejado del de
Gopegui —narrativo, filosófico—. Buena señal: denota honestidad
en el juicio.
Lo
real (2003) es una novela de la Transición, del desencanto de la
(social)democracia por parte de la clase media, y a la vez es la biografía de
Edmundo Gómez Risco. Edmundo quedó estigmatizado de niño: su padre
fue a la cárcel por participar en el caso Matesa, una tronante
estafa económica del tardofranquismo. Este pecado original lo
acompañará toda su vida, la cual dedicará a luchar contra el
sistema desde dentro del sistema, a aprovecharse del capitalismo sin
endeudarse ni mancharse; Edmundo quiere vengar a su padre, quiere
tener éxito donde él fracasó. Para ello, deberá mentir y
falsificar su biografía de clase media-baja, deberá chantajear y
aprovecharse de los que están por encima de él. Edmundo, en
definitiva, es un arribista, el que hará cuanto esté en sus manos
para medrar. Como el Julien Sorel de Stendhal, el Pijoaparte de Juan
Marsé, el Onofre Bouvila de Eduardo Mendoza, el Fernando Atienza de
Francisco Casavella y el Justo Gil de Ignacio Martínez de Pisón. Y
Lo real de Gopegui no solo está a la altura sino que supera a
varias de estas novelas.
La
narradora es Irene Arce, una amiga de Edmundo, mayor que él y con
una carrera relativamente exitosa pero truncada por la falta de
conexiones políticas. Junto a otros personajes desencantados con el
sistema, forma el equipo de foragidos de Edmundo: una empresa secreta
de campañas de imagen personal. Si tu carrera necesita un empujón,
si quieres un ascenso o tu jefe no te trata bien, puedes contratar
sus servicios. Sus trapicheos y boicots afectan a la esfera política
pero también informativa, ambientes descritos tan cerebralmente como
un Michel Houellebecq o un Jerzy Kosiński,
con quienes Gopegui comparte el estilo y cierta tendencia al nihilismo. La
conspiración contra el sistema es heredera —aunque menos violenta—
de El club de la lucha de Chuck Palahniuk y el ajuste de
cuentas con la clase política española, sobre todo con el PSOE, se
encuentra también en Mauricio o las elecciones primarias de
Mendoza.
Lo
real es una novela realista con toques líricos y ensayísticos.
Pero lo que de verdad rompe la tónica realista es el coro: un grupo
de “asalariados y asalariadas de renta media” que va comentando
la historia de Edmundo. Sin embargo, no se asemejan tanto al coro de
una tragedia griega como al público de un programa de televisión,
expectantes ante la inminente caída de Edmundo. Un gran acierto de
Gopegui es emplear de vez en cuando la duplicación del género
(técnicos y técnicas, convencidos y convencidas) de un modo
natural, sin necesidad de duplicar todos y cada uno de los adjetivos.
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