Un recurso frecuente en la literatura moderna y posmoderna, aunque en
el fondo es inherente a toda obra literaria, es la reescritura de
otras obras. El caso más conocido es el Ulises de James
Joyce, que reelabora y transforma la Odisea de Homero no solo
estética sino también ideológicamente. Por este último motivo son
tan habituales las reescrituras poscoloniales o feministas: las que
se apropian de modelos coloniales o machistas, respectivamente, para
darles la vuelta, para reescribirlos a la contra. Porque dos de las
funciones de la literatura son, por un lado, darles voz a todos y a
todas y, por el otro, crear nuevos mitos o actualizar los ya
existentes. Claros ejemplos de esta práctica son Penélope y las
doce criadas de Margaret Atwood o Urraca de Lourdes Ortiz;
la primera le da voz a Penélope, la esposa de Ulises, y la segunda
se la da a Urraca, la reina encerrada en una torre por ser mujer.
Cynthia Ozick parte de la misma estrategia en su novela Cuerpos
extraños (2011); concretamente, reescribe Los embajadores
(1903), una de las novelas más conocidas de Henry
James y la favorita de Ozick, que también le dedicó la tesina y un
ensayo al escritor estadounidense. El protagonista de Los
embajadores debe viajar a París para convencer al hijo de su
prometida de que vuelva a los Estados Unidos, pero el joven se
resiste porque está enamorado de una mujer y de la capital francesa.
En Cuerpos extraños, la protagonista es una mujer, Beatrice,
que tiene una misión similar: traer de vuelta al cabra loca de su
sobrino; sin embargo, el París de Ozick, el existencialista París
de 1952, es una ciudad llena de cuerpos extraños: por un
lado, los refugiados europeos de la Segunda Guerra Mundial, atascados
en la ciudad y ansiosos por abandonarla hacia un destino mejor, fuera
del continente; por el otro, los acomodados turistas norteamericanos,
en busca de inspiración y aventuras en el París de Hemingway y
demás miembros de la Generación Perdida, todos ellos escritores,
artistas o vividores, en fin, beatniks. Aunque en 2011 la crisis de
los refugiados causada por la Guerra Civil Siria aún estaba lejos,
es imposible leer la novela de Ozick sin pensar en ella.
Pero con el feminismo y los refugiados no se agotan los temas de
Cuerpos extraños, sino todo
lo contrario. El hermano de Bea, padre del chico al que esta debe
rescatar, es uno de los personajes más interesantes de la novela,
una compleja figura kafkiana que aglutina varios temas: es un padre y
marido severísimo y un hombre hecho a sí mismo, por no decir
arribista, pero también un judío que reniega de su origen humilde
hasta odiar el judaísmo y la pobreza, como algunos personajes de Philip Roth o Saul Bellow. El conflicto identitario y el
fracaso también afectan a Bea, profesora de inglés que ha
malgastado su vida por un hombre, y a Lili, una refugiada rumana
destruida por la guerra. Todos los personajes están perdidos e
intentan encontrarle sentido a la existencia.
Como Henry James, Cynthia Ozick es una virtuosa narradora en tercera
persona; pero, a diferencia de Los embajadores, en Cuerpos
extraños la focalización no se centra en un solo personaje sino
en varios, dependiendo de la escena o de la situación. Tanto en
Ozick como en James la elección de la perspectiva narrativa no es solo una
cuestión psicológica o técnica, sino
también epistemológica: una estética de la verdad.
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